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Gruyères, la aldea exquisita

Con uno de los castillos más imponentes de Suiza dominando desde lo alto, esta pequeña y encantadora aldea medieval ostenta atractivos diversos y cautivantes. Magnífica arquitectura, museos, un marco natural inmejorable e irresistibles propuestas gastronómicas son sólo algunos de los aspectos que fascinan al viajero.

Despunta sobre una elevación de un verde valle, en el centro de los prealpes del cantón de Friburgo. Es exquisita, por donde se la mire: por su marco natural, por su arquitectura, por su legado histórico-cultural, por sus expresiones artísticas, por su aire encantador… Y, sin lugar a dudas, por su gastronomía.

Se trata de Gruyères, una aldea suiza que parece sacada de un libro de cuentos. Se llama así por la “gru” (“grulla”) del escudo de armas de los condes de Gruyères, quienes habitaron allí durante la Edad Media y eligieron esa especie –que abundaba en la zona– como emblema: una grulla blanca sobre la bandera roja.

Esta pintoresca ciudad medieval, dominada por el castillo y sus fantásticas torres, invita a pasear relajadamente por su casco antiguo adoquinado, descubriendo una a una las fascinantes y antiquísimas construcciones. Es como si allí el tiempo se hubiera detenido.

GRUYERE, DIVINO TESORO.

Las terrazas floridas de los locales gastronómicos son irresistibles para el viajero. No sólo para practicar el arte de la contemplación en este marco idílico y libre de tránsito, sino porque aquí el queso es el gran protagonista. El Gruyère (pierde la “s” del nombre de la aldea) ostenta con orgullo la denominación de origen y lleva siglos elaborándose en los alrededores, habiendo significado fortunas para algunos, quienes fueron llamados “los barones del queso” durante la época de oro de Gruyères.

Y en estas latitudes, nada más tradicional que la fondeu friburguesa “moitié-moitié” (“mitad y mitad”), una mezcla de Gruyère y Vacherin, otro clásico queso suizo.

Para beber, alguno de los exquisitos vinos de la cercana comuna de Vully. Y de postre, los inigualables merengues con crema doble de la Gruyère, café y chocolates, ya sea Cailler o Villars, las dos marcas más codiciadas y elaboradas en la zona.

EL CASTILLO.

Después del almuerzo el viajero pensará en una siesta. Pero no; debe seguir adelante porque el castillo, que fue construido en torno a 1270 y es uno de los más imponentes de Suiza, espera para ofrecer un paseo a través de ocho siglos de historia.

Para familiarizarse con ella, previo al recorrido se brinda un ameno espectáculo multimedia de 18 minutos de duración (disponible en español), en el que se sintetiza con imágenes, luces, sonidos y otros efectos especiales el paso de los condes que habitaron allí, quienes controlaron el valle del río Sarine entre los siglos XV y XVI.

El último de ellos fue Michel, quien luego de afrontar problemas financieros debió declararse en bancarrota en 1554. Por tal motivo, los acreedores –las ciudades de Friburgo y Berna– se repartieron las tierras, convirtiéndose el castillo en sede de la Administración de Friburgo (1555 a 1848). Luego fue puesto en venta y pasó a ser propiedad de las familias Bovy y Ballano, quienes lo utilizaron como residencia veraniega y se ocuparon de su restauración, ayudados por sus artistas amigos, como Corot y Menn, quienes pintaron sobre los revestimientos de madera inspirados en el magnífico entorno natural.

Más adelante, en 1938, el estado de Friburgo readquirió el castillo para fundar en él el actual museo.

De carácter elegante y señorial, actualmente ostenta –además de su majestuosa arquitectura– mobiliario de época y una colorida exhibición de arte contemporáneo. Descubrirlo es un viaje apasionante en el tiempo y la cultura del medioevo.

ENTRE ALIEN Y EL TIBET.

Asimismo, los amantes de Alien estarán de parabienes en Gruyères, ya que pueden visitar nada menos que el Museo HR Giger. Allí el arte biomecánico domina las salas de este espacio dedicado al artista creador del alienígena y ganador de un Oscar, el suizo Hans Ruedi Giger.

Para completar la experiencia, justo enfrente del museo se encuentra el Bar HR Giger, decorado con el mismo estilo surrealista característico de la saga cinematográfica y modelado por el mismo artista. El espacio es similar a una caverna realizada con los huesos de la cola del Alien. Mesas, sillas y barra siguen la misma estética, incluyendo también algunas calaveras. Es escalofriante, pero bien vale la pena.

Otra propuesta de la aldea es el Museo del Tíbet, donde la fundación de Alain Bordier invita a descubrir las bellezas del arte tibetano.

LA MAISON DU GRUYERE.

Tan imperdible como la fondeu “moitié-moitié” es la Maison du Gruyère, la gran casa del queso Gruyère, donde se develan todos sus secretos a través de una experiencia multisensorial: sonidos, aromas, tacto, vista y gusto.

Está a apenas 1,5 km. de la aldea, y todos los días, entre las 9 y las 14.30, los visitantes pueden ver y aprender cómo se fabrica el auténtico Gruyere.

Así, a la vista de los visitantes, el maestro quesero produce cada día 48 ruedas de queso, mientras a través de los auriculares de autoguía (disponibles en español) la vaca Cereza informa sobre los principales aspectos de la fabricación. Dice, por ejemplo, que para una rueda de queso de 35 kg. –55 a 65 cm. de diámetro– se necesitan 400 l. de leche: “Para producir queso de calidad, la leche es de suma importancia, por eso es una de las mejores. Proviene de vacas alimentadas de manera natural, sin conservantes. El uso de aditivos durante la elaboración y maduración está prohibido. Los controles de calidad son exactos y rigurosos.”. Y añade: “Luego de haber pasado por las cubas y compresas, los panes de queso son llevados al sótano de añejamiento. Allí, a una temperatura de 13° a 14°C se inicia el proceso de añejamiento, que va de cinco a 18 meses, durante el cual adquiere las virtudes que lo distinguen. Cada pieza es única. Prueba de ello es la marca de caseína que les coloca el quesero, con el número del lugar de fabricación y el número de la pieza”.

Cabe mencionar que la quesería está equipada con cuatro cubas de 4800 l. de capacidad y una bodega que permite el añejado de 7.000 ruedas de queso.

La visita a la Maison du Gruyère concluye con la degustación de quesos en tres distintas fases de maduración: suave, semisalado y salado.

Además, en el Restaurante de la Quesería se ofrecen platos típicos, y en el Mercado del Gruyere se pueden adquirir productos regionales.

EL MOLESON

El Molesón, situado por encima de Gruyéres, es durante todo el año la montaña más popular de la zona. Se trata de un lugar de ocio a 2.000 msnm, con una espectacular plataforma panorámica y los prismáticos más grandes de Europa, que ofrecen un campo de observación de 360°. Absolutamente recomendable.

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