Inicio
Cultura
Turismo cultural

Tras las huellas del Che y La Poderosa

En diciembre de 1951 Ernesto Guevara de la Serna, alias Fúser, inició junto a su amigo Alberto Granado un viaje en moto por Sudamérica. El diario llevado por el Che se convirtió en 2004 en una taquillera película que narra la profunda transformación de uno de los líderes más importantes del siglo XX. En esta nota recorremos los escenarios del itinerario por suelo argentino y repasamos qué lugares que recuerdan ese paso se pueden visitar hoy. 

“El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina, el que las ordena y pule yo, no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra ‘Mayúscula América’ me ha cambiado más de lo que creí.” Palabras que bien podrían llenar la boca de muchos viajeros actuales y validar el cliché hoy dominante del turismo experiencial. Sin embargo, el autor de ese párrafo es Ernesto Guevara de la Serna, alias Fúser (ver recuadro), quien inspirado por esa errancia de más de 12 mil km. por América Latina empezaba a convertirse en el Che. Una experiencia que no sólo lo transformaría a él en un ícono mundial, sino que la huella de ése y sus futuros viajes inspirarían a su generación y a las que le siguieron.

Esos siete meses recorriendo las venas de Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela son los que retrata la película “Diarios de Motocicleta”, una película basada en los diarios de viaje del Che Guevara y su amigo Alberto Granado, dirigida por Walter Salles y protagonizada por Gael García Bernal y Rodrigo de la Serna. La producción se estrenó en 2004 y recibió varios premios y nominaciones, entre ellos un Oscar a la Mejor Canción y un Goya por Mejor Guión Adaptado.

DE CÓRDOBA A BUENOS AIRES.

En el filme la aventura ubica como el km. 0 a la Ciudad de Buenos Aires, pero la historia había arrancado en octubre de 1951, cuando Ernesto y su amigo idean el plan para conducir la motocicleta de Granado (bautizada como La Poderosa II) hacia Norteamérica. “Bajo la parra de la casa de Alberto tomábamos mate dulce y comentábamos todas las últimas incidencias de ‘la perra vida’, mientras nos dedicábamos a la tarea de acondicionar la Poderosa II”, escribió el Che en su diario.

A la hora de rastrear hoy las huellas de ese itinerario bien vale la pena darle un lugar especial al prefacio de la provincia mediterránea. Es que si bien los 800 km. que la unen con Buenos Aires no son descriptos ni el diario, ni en la película, en Córdoba hay un pedazo de la vida de Ernesto muy bien resguardado para los viajeros de hoy. Se trata del Museo del Che Guevara de Alta Gracia, ubicado a 20 km. de la capital provincial. El espacio, inaugurado en 2001, es lo que fue Villa Nydia, nombre de una de las viviendas habitadas por su familia durante su estadía en la ciudad entre 1932 y 1943. Ése sería el mayor periodo de tiempo que Guevara residiría ininterrumpidamente en una ciudad.

Hoy las habitaciones del museo exhiben fotografías, cartas, documentos y objetos simbólicos de la infancia y adolescencia del Che. Dos de las estrellas son la bicicleta Garelli original con la que en 1950 Ernesto Guevara recorrió el norte de Argentina, y una réplica de la Norton de 500 cc, la famosa La Poderosa II.

KM CERO.

El primer escenario que retrata el director brasileño, Walter Salles, son las calles de la Ciudad de Buenos Aires, adonde la familia Guevara había llegado en 1947 para cuidar a su abuela paterna, Ana Lynch. Ese mismo año y empujado por su crónica afección asmática el Che ingresó a la Facultad de Medicina de la UBA, donde se graduaría en 1953. En el medio, el 4 de enero de 1952 Guevara -que venía viajando con Granado desde Córdoba- se despidió de la familia radicada en la Capital Federal, con la promesa de volver para completar sus estudios. “Todo lo trascendente de nuestra empresa se nos escapaba en ese momento, sólo veíamos el polvo del camino y nosotros sobre la moto devorando kilómetros en la fuga hacia el norte”, escribió Ernesto mientras dejaba atrás los barrios de Recoleta y Palermo que lo habían tenido de vecino los cuatro años anteriores.

No son muchos los lugares que preservan alguna huella de la estadía del Che en la Ciudad de Buenos Aires. En Caballito (Rojas 129) se levanta el denominado Primer Museo Sudamericano en memoria de Ernesto Guevara. Lo cual es cierto, ya que atrae a turistas locales y extranjeros desde 1996, pero hay que tener en cuenta que se trata más que nada de un local pintoresco y ecléctico levantado por un admirador del líder revolucionario, quien oficia de buen anfitrión. En el local hay una escultura de tamaño natural del Che, fotografías, posters, cartas privadas, objetos personales y libros que hablan de la vida de Guevara en Argentina y de su participación en la Revolución Cubana, en un espacio en el que alternan con antigüedades y juguetes, fotografías, numismática y filatelia.

EL MAR Y AMAR.

Dos días después de dejar la Ciudad de Buenos Aires La Poderosa II llegó a Villa Gesell con “comeback” de polizón, el perro que Ernesto le regalaría poco después a su novia como “símbolo de los lazos que exigen mi retorno”. Estuvieron en la ciudad balnearia entre el 6 y el 12 de enero, donde fueron alojados en la casa de un tío del Che ubicada en la Avenida 1, entre los paseos 107 y 108. Uno de los datos más curiosos de esa estadía es que el mar que baña las playas de Gesell es el primero que vio Granado, quien entonces estaba cerca de cumplir 30 años. “Para Alberto es un espectáculo nuevo que le causa una turbación extraña cuyos reflejos se perciben en la mirada atenta con que sigue el desarrollo de cada una de las olas que van a morir en la playa. Frisando los treinta años Alberto descubre el océano Atlántico y siente en ese momento la trascendencia del descubrimiento que le abre infinitas vías hacia todos los puntos del globo”, describe Ernesto en su diario.

Muchos pasaron sus veranos en Villa Gesell sin sospechar que habían compartido postal con el Che. Después del éxito de taquilla de “Diarios de Motocicleta” y las reediciones de los diarios de viaje escritos por Ernesto y Alberto hubo una revalorización de las huellas dejadas en el camino. En el caso de Gesell, en 2012 se instaló un monumento de Guevara en Playa y Paseo 107, justo donde acompañó a su amigo Alberto a conocer el mar. La obra –que surgió como una conmemoración de los 60 años del viaje en La Poderosa II- retrata al Che sentado en un banco y con un espacio como para que los turistas se puedan acomodar junto a él y sacarse una foto.

Con las alforjas provistas de legumbres y carne enlatada donadas por su tío, los tripulantes de La Poderosa II llegaron a Miramar el 13 de enero. El “paréntesis amoroso” –como lo definió el Che- en la casa de verano de la entonces novia de Ernesto, María del Carmen Ferreira (“Chichina”), se extendió durante ocho días y la despedida puso en duda la continuidad de la pareja viajera. “Con el sabor agridulce de la despedida mezclándose a mi inveterada halitosis me sentí llevar definitivamente por aires de aventuras hacia mundos que se me antojaban más extraños de lo que fueron con situaciones que imaginaba mucho más normales que lo que resultaron”, escribió Guevara. Los debates con la aristocrática familia Ferreira sobre la sociabilización del ejercicio de la medicina y otras ideas que mostraban las primeras puntadas del espíritu revolucionario del Che ayudaron a que se cortaran las amarras de la relación con “Chichina”. Especialmente su madre estaba en total desacuerdo con el noviazgo que terminó de romperse tras una carta enviada por la joven desde Miramar y recibida por Guevara en Bariloche, cuando se aprestaba a seguir su camino hacia Chile. A pesar de esto, ocho meses después volvió a Buenos Aires y le ofreció matrimonio, pero obtuvo un rechazo contundente.

Hoy el Museo y Archivo Histórico de Miramar preserva algunos recuerdos del paso del Che, que van más allá de su paréntesis amoroso. Porque la familia Guevara pasó varios veranos en las inmediaciones del Parque de los Patricios, a unos 300 m. de la playa de Miramar, sobre la calle 16 al 500. Todavía permanece allí la vivienda donde solían alojarse, que en la actualidad fue transformada en un hostel que preserva la fachada del chalet y recupera parte de esa historia bajo el nombre “Fúser”.

HACIA LA PATAGONIA Y MÁS ALLÁ.

Tras un raudo paso por Necochea, La Poderosa II permanece seis días en Bahía Blanca “acondicionando la moto y vagando por la ciudad. Eran los últimos días de holgorio económico”, describe Ernesto en el diario. A los tumbos llegaron el 25 de enero a Choele Choel, Río Negro, donde Guevara se engripa y van a parar al hospital gracias a los oficios del director del establecimiento e intendente del pueblo, Néctar Barrera. “Y pasamos varios días atendidos a cuerpo de rey. Alberto me sacó una foto con mi indumentaria hospitalaria y mi aspecto impresionante, flaco, chupado, con ojos enormes y una barba cuya ridícula conformación no varió mucho en los meses en que me acompañó”, anotó Ernesto. En la actualidad una placa de Referencia Histórica en el Hospital Zonal hace alusión al paso del Comandante por ese nosocomio.

La Poderosa II fue el siguiente averiado que obligó a parar en Piedra del Águila el 29 de enero. Allí pasaron la noche en la casa del único mecánico del pueblo antes de seguir camino. Hoy la vivienda que albergó a los viajeros mantiene su original construcción de adobe y piedra en la intersección de las calles Primeros Pobladores y David Zapata. El taller fue declarado sitio histórico y está señalizado para referencia de los turistas que visitan la zona.

LA FASCINACIÓN DE LOS LAGOS.

El jueves 31 nos alojamos en un galpón de Parques Nacionales, en San Martín de los Andes. Conocimos al intendente, que es muy gaucho y muy preocupado por la conservación de la flora y la fauna. También conocimos al sereno, que es un poema folclórico”, anotó Granado en su diario en referencia a don Pedro Olate. Los motoclistas habían llegado hambrientos y cansados a San Martín de los Andes, donde el intendente del Parque Nacional Lanín les brindó alojamiento en un galpón destinado a guardar el pasto para los animales.

Este paréntesis en el viaje es tal vez uno de los mejores preservados para quienes vayan detrás de las huellas de La Poderosa II. Ya que desde la Asociación Trabajadores del Estado en 2008 se convirtió ese espacio en La Pastera, un museo que rinde homenaje al Comandante Ernesto Che Guevara. Reciclado con parámetros de museología y arquitectura moderna, el lugar cuenta con paneles dinámicos e informativos de la vida del líder revolucionario, en un recorrido que termina en el entrepiso de la sala donde se puede observar una ambientación con fardos de pasto que recrea el lugar donde durmieron Guevara y Granado en el verano de 1952.

Los diarios y la película abundan en datos sobre los días transcurridos en la zona, pero hay un párrafo en particular que define la sensación de Ernesto al descubrir el destino: “Quizá algún día cansado de rodar por el mundo vuelva a instalarme en esta tierra argentina y entonces, si no como morada definitiva, al menos como lugar de tránsito hacia otra concepción del mundo, visitaré nuevamente y habitaré la zona de los lagos cordilleranos”.

El 11 de febrero La Poderosa II llegó a Bariloche y son alojados en el destacamento de Gendarmería Nacional. La novedad es la carta de “Chichina” anunciando la ruptura sentimental con Ernesto. El tramo final de los viajeros en suelo argentino lo consume la navegación por el Nahuel Huapi hacia Puerto Blest con destino a tierras chilenas. Lo hacen a bordo del “Modesta Victoria”, una embarcación construida en 1937 en los astilleros Verchure de Ámsterdam (Holanda) por encargo del titular de Parques Nacionales, Exequiel Bustillo. La nave –hoy convertida en una leyenda- sigue surcando los lagos con miles de turistas al año e incluso es utilizada para eventos sociales y corporativos.

Los seis meses restantes del viaje hasta llegar y despedirse en Caracas, Venezuela, el 26 de julio de 1952, fueron los más intensos. La Poderosa II dio sus hurras el 26 de febrero, cuando fue vendida como chatarra en el pueblo de Los Ángeles, Chile. Lo que queda del itinerario va a poner a los amigos cara a cara con el dolor y la injusticia que somete a los habitantes originarios del continente. Y los transforma. “Yo no soy yo”, había nacido el Che.

AL COSTADO DEL CAMINO

Si bien no forman parte del itinerario seguido por La Poderosa II, hay dos lugares más a tener en cuenta si se quiere ir tras los caminos del Che en Argentina.

-El nacimiento del rosarino: En esta ciudad santafesina nació Ernesto el 14 de junio de 1928. La familia vivió en el edificio La Rosario, valiosa obra del reconocido arquitecto Alejandro Bustillo, emplazada en las calles Entre Ríos y Urquiza. Si bien permanecieron sólo algunos meses en la ciudad, Rosario recuerda al Che en múltiples escenarios. En la Plaza de la Cooperación, también llamada “Plaza del Che” (ubicada en la esquina de Mitre y Tucumán), hay un mural realizado por el artista plástico Ricardo Carpani. En el Parque Irigoyen, en la intersección de las calles 27 de Febrero y Buenos Aires, está emplazado un monumento del escultor Andrés Zerneri que lo homenajea con una estatua de bronce hecha a partir de la reunión de llaves donadas por miles de personas de distintos países.

-La infancia misionera: en la localidad de Caraguatay, a 210 km. de Posadas y a unos 136 km de Iguazú, pasó sus primeros años Ernesto. Hoy allí está el Parque Provincial Ernesto "Che" Guevara, dentro de cuyas 22 ha. se conserva la casa en la que residió la familia Guevara, actualmente transformada en un museo temático.

Temas relacionados

Deja tu comentario