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Las joyas de la corona zarista

Repletas de monumentos ostentosos que aún reflejan la extraordinaria vida de los viejos zares, la elegancia de las principales urbes rusas no tiene parangón en el mundo occidental. A ello se suma la fascinación generada por la intentona de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, cuyos rastros aún pueden ser percibidos por los viajeros de todo el mundo.

Moscú y San Petersburgo constituyen los máximos hitos urbanísticos de la actual Federación Rusa. Hoy la nación es más accesible que nunca en términos turísticos, ya que la señalética se encuentra en inglés y, por si fuera poco, los costos han bajado debido a la depreciación del rublo hace poco más de un año. Así, transmitimos un recorrido que reúne lo mejor de cada una de estas grandes ciudades.

SAN PETERSBURGO.

Los que saben recomiendan comenzar por San Petersburgo, puesto que es la mejor manera de introducirse en los orígenes de Rusia, siguiendo un hilo conductor que eventualmente llevará a la modernidad de Moscú.

Al llegar bien vale realizar un city tour para situarse, pasando por la isla Vasilyevsky, la avenida Nevskiy, la plaza del Palacio y el mítico río Nevá con sus puentes y canales.

El primer plato fuerte será el Museo Hermitage, cuya historia comenzó con la colección privada de Catalina II para hoy albergar más de 3 millones de obras y objetos de todo el orbe. Sus 365 salas contienen piezas culturales y artísticas del mundo antiguo, Europa oriental y occidental, y grandes colecciones arqueológicas y numismáticas. Entre ellas se cuentan pinturas de Leonardo da Vinci y Rembrandt, así como esculturas de Miguel Ángel.

Otro paso ineludible es Peterhof, un grandioso conjunto de palacios y parques de los siglos XVIII-XIX en las afueras de San Petersburgo. Allí Pedro El Grande concibió una residencia imperial de verano al estilo de Versalles, con inmensos jardines, 75 fuentes de agua y el Gran Canal Marítimo, por donde accedían los barcos al palacio.

También vale la pena reservar un día para la excursión a La Villa de los Zares (Tsárskoye Seló), otro monumental parque-museo concretado por arquitectos, diseñadores, escultores y pintores bajo las estrictas y lujosas exigencias de la zarina Catalina La Grande. Cada sala representa diferentes estilos, desde clásico u oriental hasta el modernismo, imbuidos en la exuberancia de la época, reflejada en detalles de oro, diamantes y demás piedras preciosas.

En esta ciudad también puede comenzar el tour gastronómico: es recomendable celebrar la llegada con un plato de arenques acompañados por buen vodka, degustar la tradicional sopa borsch y no dejar pasar los varenikes.

Una vez concluidas las visitas en San Petersburgo, por la mañana se debe tomar el tren hacia Moscú, que, dependiendo el tipo de servicio, demorará entre cuatro y seis horas.

MOSCÚ.

Luego de un merecido descanso tras el trajín del viaje, será momento de dar un paseo de aclimatación para luego entrar de lleno al principal legado de la capital rusa. En tal sentido, el Kremlin y su indisociable Plaza Roja se llevan todas las miradas.

Como símbolo de las potentes culturas imperiales –desde el principado de Moscú en la era medieval hasta la Unión Soviética–, el Kremlin genera fascinación por su opulencia y su ecléctica mezcla de estilos arquitectónicos.

Dos tercios de la ciudadela están cerrados a los visitantes, pero el restante tiene suficiente como para entretener a los viajeros durante varios días.

La historia de Moscú se desarrolla a partir de este hito, desde 1147, cuando el Gran Duque de Kiev decidió instalar un fuerte de madera en el punto en que convergen los ríos Neglina y Moskva. Ya en el siglo XV se fortificó con piedra y de a poco el Kremlin se convirtió en el centro del estado ruso unificado, así como su sede religiosa.

Del mismo modo, la Plaza Roja primero tomó su lugar como asentamiento y luego como centro de la expresión cívica, cuyo ápice quizás hayan sido los grandes desfiles militares que transmitían al mundo el poderío de la armada soviética. Sin embargo, desde la Perestroika este espacio se ha utilizado con más frecuencia para recitales, conciertos de música clásica y otras expresiones artísticas.

Comenzando las visitas, la Catedral de la Intercesión de la Virgen junto al Foso, más conocida como Catedral de San Basilio, es todo un ícono de la Federación Rusa. Finalizada en 1560, en un principio era completamente blanca y sus domos dorados, en un estilo mucho más conservador al que luce actualmente, multicolor y con patrones complejos. Cualquier interesado puede acceder a ella, ya que en la actualidad se trata de un museo abierto a los visitantes. En la Plaza Roja también vale la visita al Mausoleo de Lenin, un edificio en forma de pirámide donde yacen los restos del Padre de la Revolución Rusa.

Otro imperdible del complejo del Kremlin es el Museo de Diamantes, que expone una fracción de la reserva estatal de metales y piedras preciosas. Allí se exhiben pepitas de oro y platino, diamantes raros, piedras preciosas, obras de orfebrería de los siglos XVII a XIX y condecoraciones imperiales, incluyendo la mismísima corona del Imperio Ruso, que contiene 5.000 brillantes, perlas, oro, plata y está rematada con una espinela roja de 398,72 quilates. El Museo de la Armería no le va en saga, ya que el antiguo edificio donde se guardaban las armas hoy cuenta con objetos de alto valor, como telas bordadas, vestimentas, joyería y objetos de marfil y porcelana, además de los famosos huevos Fabergé.

Fuera del complejo, la galería Tretiakov reúne lo más destacado de la pintura rusa, del siglo XIV al XX. De esta manera, la colección refleja la vida cultural, social e histórica rusa, incluidas todas sus contradicciones.

Entre tantas visitas también es indispensable conocer el metro de Moscú: cada una de las estaciones representa hechos históricos de Rusia, en donde se destacan esculturas de mármol o bronce, así como monumentales murales y mosaicos, muchos de los cuales reflejan íconos soviéticos-zaristas.

Finalmente, una buena manera de despedirse de Rusia es asistir a una obra –ya sea de ballet o de ópera– del tradicional Teatro Bolshoi, que en 1877 estrenó El lago de los cisnes, creación de Piotr Tchaikovski.

TIPS PARA EL VIAJERO

Cómo moverse: dentro de las ciudades es muy conveniente la utilización de las extensas redes de metro.

Cuándo viajar: es conveniente viajar de abril a septiembre, ya que el resto del año las temperaturas pueden bajar hasta -20ºC con facilidad.

Moneda: rublo. US$ 1 equivale a aproximadamente 57 rublos.

Idioma: el ruso es el idioma oficial.

Electricidad: 220v.

Informes: www.russiatourism.ru/en/.

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