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República Checa

Un viaje hacia el encanto medieval

En la región del centro europeo, se ubica este destino que alberga un inmenso legado arquitectónico medieval. Su capital, Praga, es la puerta de entrada al país y una de las urbes más encantadoras y místicas del continente. Tierra adentro aparecen otros sitios dignos de visitar.

La República Checa es uno de los países del centro de Europa y conocer su historia implica sumergirse en la historia de las conquistas de los imperios germano y austrohúngaro, y de las principales batallas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. De hecho, este país tal y como lo conocemos, existe desde el 1° de enero de 1993, cuando Checoslovaquia se dividió pacíficamente en la República Checa y la República Eslovaca.

En tal sentido, recorrer hoy esta nación demanda imbuirse de tradiciones rurales, en la máxima expresión del arte durante la Edad Media y en el fascinante estilo art nouveau. Su capital, Praga, es una de las urbes más encantadoras de Europa por sus castillos, palacios, monumentos y el ambiente fascinante de sus calles empedradas. Urbe que además sirvió de inspiración en la primavera de 1968 para que Milan Kundera escribiera “La insoportable levedad del ser”.

PRAGA, PASO A PASO.

Antes de iniciar un recorrido por este destino europeo consolidado, hay que saber que su casco antiguo está formado por cuatro barrios, que bien vale la pena conocer en detalle: Hradcany, Malá Strana, la Ciudad Vieja (Staré Město) y la Ciudad Nueva (Nové Město).

Hradcany se destaca por el Castillo de Praga, que data del siglo IX. Es una inmensa fortaleza medieval que fue la residencia de los reyes de Bohemia durante muchos años. Alberga en su interior gran cantidad de monumentos, como la Catedral de San Vito, la más antigua de ese estilo construida en Europa Central; el Callejón del Oro, una vía corta y estrecha que debe su nombre a los orfebres que la habitaron en el siglo XVII; la casa de Frank Kafka; y el santuario de Loreto, un importante centro de peregrinación cristiano.

Asimismo, Malá Strana es el barrio mejor conservado de todo el centro histórico de Praga. En él confluyen cuidados jardines y fachadas barrocas de colores pastel con lugares tan curiosos como el Muro de John Lennon o el Museo Franz Kafka. Además, alberga la pintoresca isla Kampa y el mirador que emula a la Torre Eiffel, en el monte Petrin.

En tanto, en la Ciudad Vieja todos los caminos conducen a la plaza del Ayuntamiento, el centro de la vida pública de la ciudad desde la Edad Media. Precisamente en la Torre del Ayuntamiento Viejo se encuentra el Reloj Astronómico, construido en 1410: todo viajero que visite Praga debe acercarse a esta reliquia, al inicio de cada hora, para ver cómo los pequeños autómatas hacen su baile. Por su parte, la Casa Municipal es un claro exponente de la arquitectura art nouveau. Se sitúa en el antiguo emplazamiento de la Corte Real, en el punto en que la parte vieja de la ciudad da paso a la zona más nueva. Además de su indudable belleza, el edificio posee una gran importancia histórica debido a que en 1918 fue el escenario de la histórica proclamación de la independencia de Checoslovaquia.

La Ciudad Vieja y la Nueva están comunicadas por el Puente Carlos, el más antiguo de la ciudad y uno de sus símbolos turísticos. La leyenda cuenta que Juan Nepomuceno, confesor de la reina de Bohemia, fue arrojado al río Moldava desde este puente por no revelar los secretos de confesión como le pedía el rey. Posteriormente fue hecho santo por estos hechos. En la actualidad se cree que quien pida un deseo poniendo la mano izquierda sobre su estatua, éste le será concedido.

Finalmente, la Ciudad Nueva (Nové Město) tiene entre sus principales atractivos la plaza Wenceslao y la Casa Danzante, una clara expresión del arte moderno que contrasta fuertemente con el estilo de las construcciones vecinas.

MÁS ALLÁ DE LA CAPITAL.

Dejando atrás los límites de la ciudad capital, que se encuentra en la región de Bohemia, esta zona también tiene mucho para ofrecer al turista, que busca montañas, bosques, centros termales y actividades en contacto con la naturaleza.

Tal es el caso de Karlovy Vary, la ciudad balnearia más recomendada de la República Checa, ubicada a unos 100 km. de Praga. El renombre de esta localidad se debe al poder curativo de sus aguas, que provienen de fuentes termales, y a la belleza de sus edificios. Algunos lugares dignos de ver son las iglesias de Santa María Magdalena, la de San Andrés y la ortodoxa de San Pedro y San Pablo; la columnata del Molino y las orillas del río Teplá, que atraviesa Karlovy Vary.

Cabe recordar que esta localidad es muy famosa por la fabricación de cristal, siendo Moser la marca más renombrada. Mientras que en el segmento de sabores se destacan las galletas locales y el licor Becherovka, uno de los souvenirs más comprados por los visitantes.

Por si estos atractivos no fueran suficientes, Karlovy Vary celebra cada año el Festival Internacional de Cine y el Festival Internacional de Jazz.

Por su parte, Český Krumlov es otra de las ciudades turísticas de la República Checa. Su bello casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es fruto de la época de esplendor que la localidad vivió durante el gobierno de los Rožmberk, en la Edad Media, cuando llegó a ser capital de la región. El mayor encanto del lugar está en el ambiente medieval que todavía se respira al pasear por sus calles. Es imprescindible visitar el Castillo Český Krumlov, que data del siglo XIII y donde se encuentra uno de los teatros barrocos más antiguos y mejor conservados de Europa.

Finalmente, Moravia es otra de las regiones históricas que conforman la República Checa. Limita al sur con Austria y se destaca por sus castillos y palacios, la producción de vino y sus tradiciones folclóricas.

Entre los lugares más atractivos –y que además son un exponente del estilo barroco– cabe destacar la Columna de la Santísima Trinidad en Olomouc (centro religioso de Moravia y sede el arzobispado), el Palacio de Valtice que forma parte del complejo del paisaje artístico-romántico Lednice-Valtice; y el vía crucis en la colina santa en Mikulov, que además es la zona de mayor producción vitivinícola.

TIPS PARA EL VIAJERO

Cómo moverse: la República Checa tiene una de las redes de ferrocarriles y autobuses más extensas de Europa. En el caso de Praga se pueden utilizar taxis, tranvías, autobuses, metro, transbordador y ferrocarril funicular. Para el transporte público se puede comprar un ticket con una tarifa básica de US$ 1,35; el pase para el día por US$ 4,50 o para tres días a US$ 13.

Cuándo viajar: en este país el clima es continental y se caracteriza por tener inviernos fríos y secos. Por eso lo ideal es viajar en las estaciones templadas, como primavera y verano.  

Moneda: corona checa.

Idioma: el idioma oficial es el checo, aunque es fácil encontrar gente que hable perfectamente alemán y ruso.

Dónde alojarse: en temporada alta resulta difícil encontrar disponibilidad de habitaciones por eso lo recomendable es reservar hospedaje con antelación. En Praga, la mejor zona para alojarse es cerca de la plaza Wenceslao y en la Ciudad Vieja. Esa ubicación permite ahorrar tiempo y dinero al momento de visitar los principales puntos turísticos.

Electricidad: 230 voltios.

Informes: www.czechtourism.com.

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