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¿Qué hacer 24 horas en Génova?

Con sus coloridos perfiles sobre el Mediterráneo, sus magníficos palacios y encantadoras callejuelas, la ciudad italiana enamora a los visitantes invitándolos también a recorrer sus elegantes avenidas y relajarse en sus acogedores cafés. Aquí los imprescindibles para un circuito de 24 horas.

Lo bueno de estar sólo 24 horas en un destino es que la vista no llega a acostumbrarse a la fisonomía del lugar, y entonces cada sitio apreciado permanece en la memoria con la sensación única de la primera vez.

En este caso, comencé a recorrer Génova (Europa, Italia) desde la media mañana de un domingo, apenas arribado en un crucero. El puerto de la ciudad, uno de los más importantes del Mediterráneo junto con el de Marsella, es ideal para la contemplación inicial de la ciudad. Desde el muelle, levantando la vista hacia las colinas, se tiene una hermosa panorámica del colorido de las casas y los edificios.

A los pocos minutos, luego de cruzar una muy transitada avenida, me interné en un atrapante laberinto de angostas callejuelas que de a poco, a medida que me acercaba hacia el centro, fueron tornando de “tristonas” y “opacas” a vivas y bonitas, con acogedores cafés y tentadoras trattorias para disfrutar de comer y beber.

Después de ese recorrido se llega al centro de la urbe, que está emplazado en torno a la espléndida Via XX Settembre, que se inicia en la Piazza Ferrari, una de las más importantes de Génova, con una preciosa fuente en el centro y alrededor de la cual se alza la Ópera local.

La distinguida arteria se cruza con numerosas calles, algunas peatonales, plenas de prestigiosas boutiques y tiendas de arte, y flanqueada por algunos de los edificios históricos más imponentes y bellos de la ciudad, muchos de ellos en estilo art nouveau.

Aproximadamente a la mitad de su recorrido está el Ponte Monumentale, una imponente estructura de mármol con varios arcos ubicada donde estaba la Porta dell'Arco de las murallas del siglo XVI.

Tanto de una mano como de la otra sobresalen los enormes y coloridos mosaicos de las veredas, como así también algunos hermosos templos, tal el caso de las iglesias de la Consolación y de San Esteban.

GÉNOVA: LA CIUDAD DE LOS PALACIOS.

También permanecer sólo un día en una ciudad tiene como condimento no recordar con exactitud la cronología del paseo realizado, así que no sé si antes o después, pero en algún momento del mediodía encontré la casa natal de Cristóbal Colón, que hoy funciona como museo. Se trata de una muy pequeña construcción de dos plantas donde hay exhibidos documentos y textos relacionados con el famoso navegante. Junto a ella hay otros dos edificios de interés: los restos de la iglesia de San Andrea, de la que quedan el claustro y sus arcos, además del pozo central; y la Porta Soprana o Porta di Sant Andrea, una de las antiguas puertas de entrada a la ciudad, perteneciente a la muralla de la Barbarossa, del año 1155.

Entre estas idas y venidas se desemboca en la señorial Vía Garibaldi, que debido a la gran cantidad de edificios de variados estilos fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2006. En este punto vale acudir a la historia: hacia mediados del siglo XVI, la nobleza genovesa ostentaba uno de los mayores poderes económicos de Europa y la manera que tuvieron de plasmarlo en la estética de Génova fue con la creación de un nuevo y distinguido barrio: La Strada Nuova. Así fue que se construyeron numerosos palacios renacentistas y barrocos –conocidos como los Palazzi dei Rolli–, que hoy asombran al visitante por su belleza. Entre los más destacados figuran el Palacio Blanco, que atesora la pinacoteca más importante de la región de Liguria, con obras de Rubens y Caravaggio, entre otros; el Palacio Rojo, que es museo y cuenta con pinturas de Van Dyck, Dürer y Veronese; el Palazzo Tursi y el Palacio Municipal, sede del Ayuntamiento y erigido en 1564; todos con espectaculares escalinatas, patios y galerías con vistas a jardines.

A pocas cuadras, después de apreciar magníficas paredes medievales y pórticos góticos, se encuentra la Piazza Matteotti, que se abre hacia el imponente Palazzo Ducale, sede del Gobierno de la República en el siglo XVI. De estilo neoclásico, hoy funciona como galería de exposiciones y actividades culturales.

Casi por último, para cerrar este viaje de turismo cultural, no hay que dejar de visitar la Catedral local (Catedral San Lorenzo), con su fachada principal gótica y la lateral románica; y el Acuario, el segundo más grande de la Unión Europea.

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