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24 horas en Guayaquil

Con el río Guayas como protagonista y con un itinerario bien planificado, el viajero puede llevarse una muy buena impresión de Guayaquil (Ecuador). Hay varios atractivos para ver, pero si el tiempo apremia, basta con una jornada para conocer lo imprescindible. Entre sus principales atractivos figuran el Malecón como típica postal, el barrio Las Peñas, el pintoresco cerro Santa Ana y la Torre Morisca.

Por su ubicación geográfica, recostada sobre la margen del río Guayas, a 20 km. del océano Pacífico, Guayaquil ha sido uno de los accesos históricos a Ecuador, lo que hace que hoy sea una gran urbe cosmopolita donde se manifiestan, a través de sus costumbres, una gran diversidad de culturas.

AMANECER EN EL MALECON

El Malecón Simón Bolívar, rebautizado Malecón 2000 debido a la fundación que lideró su reacondicionamiento, es la primera faceta que muestra Guayaquil al visitante expedito.

El ahora moderno paseo ofrece a los caminantes sitios de esparcimiento, opciones de compras, cafés y restaurantes, además de la posibilidad de embarcar para los paseos fluviales, que ofrecen al compás de los ritmos locales una panorámica sin igual de la ciudad.

Pero a fines del siglo XIX fue el sitio que Simón Bolívar y José de San Martín escogieron para sellar el pacto que llevaría a la victoria de las fuerzas libertarias de América por sobre el poderío real de España, cuando el proyecto soberano se blandía cada día en batallas decisorias.

Este encuentro, conocido como la “entrevista de Guayaquil”, conserva su inmortalidad en el monumento de “La Rotonda”, a medio camino de los 2,5 km. de extensión del malecón.

El conjunto escultórico, construido en mármol de carrara, consta de dos escalinatas, una decena de columnas, las banderas y los escudos de los países liberados por los estrategas y las figuras de bronce de Bolívar y San Martín estrechando su mano como símbolo de la unión y la fraternidad de ambos militares.

Otra arquitectura y otra historia se manifiestan muy cerca de “La Rotonda”.

Inaugurada en 1931, la Torre del Reloj o Torre Morisca ostenta un estilo árabe-bizantino con policromados y cúpula de escamas de color verde.

El reloj que corona los 30 m. de altura del particular edificio fue comprado en Londres en 1842 e instalado sobre una estructura de madera ubicada en la parte más alta de la Casa del Cabildo, donde hoy funciona la Municipalidad.

En 1906, el itinerante artefacto fue trasladado al mercado de la Orilla y debido a que el sonido de sus campanadas era bloqueado por otros edificios, en 1911 se le añadieron dos cuerpos a la torre que lo sostenía.

El emplazamiento definitivo llegó recién en 1930, cuando se decidió elevar una estructura de hormigón de 30 m. y diseños árabes en la intersección de la calle 10 de agosto y el Malecón. Desde entonces, permanece en ese sitio llamando la atención de los paseantes.

Sin embargo, este ícono turístico de Guayaquil siguió dando que hablar. Es que, según la sabiduría popular, en 1980 un tal Dante Reyes, conocido como “el cuentero de Muisne”, vendió la Torre Morisca a un par de desprevenidos turistas suizos por la suma de 160 mil sucres.

La estafa quedó descubierta cuando los timados pidieron ingresar al edificio blandiendo las escrituras recién firmadas, que no eran más que cuatro hojas falsificadas sin ningún valor legal.

Hasta la fecha, el péndulo, las pesas, la campana y el reloj de la torre funcionan con piezas originales y pueden ser visitados.

Además, desde el balcón se puede disfrutar de una vista panorámica del Malecón 2000, el río Guayas y las calles del casco central.

EL MERCADO Y EL JARDIN.

El Palacio de Cristal, que luce exótico casi al final del Malecón, funcionó más de 90 años como el mercado Sur.

Con la regeneración de Guayaquil, esta joya arquitectónica se recuperó instalando paredes de vidrio en su interior –lo que lo hace semejante a una inmensa caja de cristal–, aunque manteniendo su estructura original en hierro forjado con estilo colonial que data de 1907, aspecto que disparó el mito de una supuesta intervención del célebre ingeniero francés, Alexandre Eiffel, en su diseño.

A pocos metros del lugar se encuentran locales de artesanía ecuatoriana y el Club de la Unión fundado en 1869, el más antiguo de la ciudad.

Cercana, la plaza Olmedo, que evoca la figura del poeta José Joaquín de Olmedo, primer alcalde de la ciudad, es uno de los lugares más visitados por los turistas dado que en su explanada se manifiestan expresiones artísticas y culturales.

Los Jardines del Malecón configuran un pintoresco escenario donde abundan restaurantes, cafeterías, patios de comidas, un lago artificial, además de tres plazas muy interesantes y significativas que complementan su atractivo: la Precolombina, con sus palmeras; la Neoclásica, que conmemora el nexo que tiene Guayaquil con Europa; y la de las Bromelias, con abundante vegetación propia de la costa ecuatoriana.

En esta área del Malecón, el visitante puede observar especies de vegetación de Ecuador y otros países del mundo. En su ornamentación se utilizaron los árboles existentes en el lugar, 150 especies de vegetación de menores proporciones y 200 nuevas sembradas para la creación de los Jardines.

TARDE COLONIAL.

Basta alejarse unos pocos metros del moderno Malecón 2000 para ingresar en una atmósfera clásica y bohemia. Subiendo una calle perpendicular al río Guayas, alejándose de su omnipotente humedad, el barrio Las Peñas es el resguardo colonial y apacible de una urbe dinámica y afiebrada.

Sus casas descansan hace más de 100 años envueltas por serpenteantes y estrechos callejones empedrados. Sus características estructurales son muy parecidas a aquellas de los siglos XVIII y XIX, y en ello radica su belleza y valor patrimonial.

Cada una tiene su propia historia. Aquí vivieron personajes ilustres de la política y la cultura de Ecuador, como Antonio Neumane, Alfredo Baquerizo Moreno, Eloy Alfaro, Enrique Gil Gilbert, Rafael Pino Roca, Manuel Rendón Seminario, Juan Montalvo y Rita Lecumberri, incluso Ernesto “Che” Guevara, en una visita a la ciudad, se vio cautivado por el ambiente y lo adoptó como suyo por una breve estancia.

Las Peñas ya existía a mediados de 1700 como un barrio de clase media hasta que el gran incendio de 1896 arrasó con todo lo que encontró a su paso, motivo por el cual debió ser reconstruido conservando su fisonomía y carácter.

Actualmente, el barrio es uno de los lugares históricos que posee la ciudad y un llamativo y nostálgico destino de visita turística.

Al final de la geografía plana de Guayaquil, el cerro Santa Ana aparece como una figura impuesta, como una elevación ad hoc, un remiendo del paisaje.

Pero el cerro es más que eso. Allí se originó y fundó definitivamente la ciudad, allá por 1547, cuando entonces se lo llamaba por su antigua nombre “cerrito Verde”.

Hoy es el “barrio” de unos 4 mil habitantes y se destaca del monocromático horizonte por las casitas coloridas que penden de su ladera como confites de un gran pastel, y un faro en la cima que por las noches semeja una parpadeante vela de cumpleaños.

El cerro está ubicado al nordeste de la ciudad, junto al río Guayas y al lado de Las Peñas, y abarca una superficie aproximada de 13,5 ha. donde hay restaurantes, cafés, galerías de arte y tiendas de artesanías, siendo su más importante atractivo las vistas de la ciudad de Guayaquil.

Para llegar al punto más elevado se puede optar por ascender 444 escalones con paradas intermedias hasta la plaza Mirador el Fortín. En este sitio se levantan el faro, que rescata el significado del primer faro edificado en la isla de Santa Clara o isla del Muerto; la plaza Honores, un espacio destinado a rendir homenaje a los símbolos patrios donde se puede apreciar la historia urbana y naval de la urbe; el Museo Abierto, donde se conservan los restos de los cimientos del Castillo de San Carlos, fundado en 1629 y considerada la única defensa militar de Guayaquil contra los continuos ataques piratas; y la capilla de Santa Ana, que ostenta 19 vitrales diseñados por los artistas ecuatorianos Patricio León y Luis Carrera, de los cuales 14 representan la pasión y crucifixión de Jesús.

OCASO EN EL ESTERO.

Cuando ya van quedando pocas horas de las 24 propuestas para recorrer Guayaquil, el visitante puede optar por trasladarse hasta el malecón del Estero Salado.

Desde este corredor articulado por la emblemática avenida 9 de Octubre se pueden apreciar el parque de la Ciudadela Ferroviaria, la plaza Baquerizo Moreno y el estero.

El paseo consta de dos bloques unidos por un puente peatonal que se asemejan a una edificación con grandes velas que recrean la estirpe marinera de la ciudad.

En este sector hay locales de comidas y restaurantes con variedad de platos, un espejo de agua que bordea ambos edificios y espacios de parqueo donde todo está dispuesto para abandonarse ante el magnetismo del atardecer sobre el filo del río Guayas, donde el sol apaga sus rayos hasta el nuevo día.

TIPS DEL VIAJERO

Cómo llegar: el Aeropuerto Internacional de Guayaquil se encuentra a 5 km. del centro de la ciudad. El trayecto se puede hacer en autobuses o taxis.
Clima: por su cercanía a la línea del ecuador, el clima se mantiene similar todo el año. La media es de 25°C. Las corrientes de Humboldt y la del Niño influyen en el clima dándole un carácter cálido y tropical húmedo. De enero a mayo es la estación lluviosa.
Gastronomía: la cocina típica de Guayaquil es un verdadero arte culinario, donde el mar y la tierra ofrecen sus mejores frutos para seducir el paladar de los turistas. Pescados, mariscos y crustáceos -como langostas, cangrejos y camarones- son algunos de los principales productos de la zona. También abundan las preparaciones a base de carnes, preparadas de diversas formas y acompañadas por ingredientes como papas, arroz o plátano frito.
Electricidad: en Guayaquil se utiliza corriente eléctrica de 120V y 60Hz.
Huso Horario: GMT-5.

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