Airbus A320, A380, Boeing el B-737 de la serie MAX es más pequeño que el B-787.
El avión es una máquina que tiene poco más de 100 años de historia. De modo que sus tradiciones y costumbres, son igualmente recientes.
Curiosamente, el primer avión de la historia, aquél que quedó imborrable en la memoria como el protagonista del primer vuelo en la historia oficial, tenía un nombre bastante sencillo y previsible.
Orville y Wilbur Wright llamaron a su primer avión, el que concretó el primer vuelo sobre la playa del pueblo Kitty Hawk, en Carolina del Norte (Estados Unidos), como ”Flyer 1”… Volador, así se simple.
Los primeros aviones, los que vinieron después, tenían una codificación bastante caprichosa, al menos desde lo numérico. Fueron pocos a los que se les dieron números secuenciales. Es decir, exhibían el número de indicaba cuántos modelos previos habían existido. Si el modelo era “X”-7, esto quería decir que había al menos seis versiones previas.
En general, los números fueron siempre mucho más caprichosos. Boeing, por ejemplo, su primer modelo jet fue el B-707, en 1957. Cuando pasó al siguiente modelo, lo bautizó B-727 (1963) y hubo que esperar hasta 1998 para que existiera un B-717.
Las letras como sello distintivo
Ahora bien, el código adoptado más por costumbre y copia que como norma internacional, es que las letras se correspondan con el nombre de la fábrica.
Así, los aviones fabricados por Boeing pasaron a ser los B- (B-217), los de Douglas, DC- (DC-3 y cuando la fábrica se fusionó con la de McDonnell, la sigla cambió a MD, McDonnell-Douglas); los italianos Caproni CA- (CA.90) y los franceses Latécoère, Laté. Y esta “costumbre” persistió hasta nuestros días, por eso los aviones de Airbus son los A (A320, A380, etc.), y los de Embraer los E (E-190, E-175).
No hay que confundir la cuestión con la designación militar. Los militares suelen bautizar románticamente a sus aviones, por eso encontramos “Fantasmas”, “Águilas”, “Corsarios”, “Tifones”, “Águilas peleadoras”, etcétera, y a eso suman la letra que indica la misión fundamental de la máquina y un número. Así, los A son aviones de Ataque al suelo; los B, son Bombarderos; los F, con Fighters (Cazas); los C, son cargueros; y E, se especializan en guerra electrónica.
Los números en los aviones civiles
Con los números más allá del “capricho”, en general van de mayor a menor. Así, el A220 es el avión más chico de la firma Airbus, que puede transportar entre 108 y 160 pasajeros, en el otro extremo, el A380 es el más grande y puede llevar entre 480 y 650 viajeros. Lo mismo sucede con Boeing, el B-737 de la serie MAX es más pequeño que el B-787.
Recién en los últimos años, Airbus y Boeing se han distanciado. Los europeos completaron “los casilleros” del medio: teniendo ya la denominada Familia A320 (A220, A318, A319, A320 y A321), sumaron los A330, A340 y A350, la familia de los “medianos”, más pequeños que el gigantesco A380. Los norteamericanos, en cambio, sabiendo que el B-747 fue el mayor, le dejaron sin embargo atrás, creando aviones más pequeños pero con códigos más grandes, como es el caso del B-777 o el B-787.
Aviones con personalidad propia
No fue el caso de todos, pero muchos modelos de aviones civiles de pasajeros, a lo largo de la historia, tuvieron nombre, apodos y personalidad. Lo de los nombres es una tradición más bien militar, como ya dijimos, pero hubo también nominados entre los civiles, aunque menos.
Quizás los primeros, los más legendarios, fueron los “Clippers” de Pan Am. En realidad, se trata de los Boeing B-314: enormes hidroaviones que la empresa estadounidense fabricó entre 1938 y 1941. Pero en realidad, se conocieron en todo el mundo como los Clippers de Pan Am.
En los 50 apareció la silueta muy reconocible de un avión producido por Lockheed. Se trató del cuatrimotor bautizado como “Constellation” (Constelación), que además de nombre, supo tener sobrenombre: los pilotos lo llamaban la “Tía Connie”, por su elegante silueta que recordaba a la de una mujer.
El primer avión comercial a reacción, que entró en servicio comercial, fue bautizado también. Me refiero al británico DeHavilland Comet (“Cometa”).
El Boeing B-737 es uno de los aviones más conocidos de la historia de la aviación. Su característico perfil le dio el apodo de “Chanchitas”.
La majestuosidad del B-747 le hizo ganar el apodo de “la Reina de los Cielos”. Cabe recordar también que su nombre original, Jumbo, homenajea por su tamaño al del enorme elefante de principios del siglo XX, que también inspiró la película infantil de Disney, que finalmente le alteró el nombre sutilmente: Dumbo.
Curiosamente, en 1982, British Aeropace (BAe) lanzó al mercado un avión pequeño, regional, pero con la curiosidad de utilizar cuatro motores. Eso le hizo ganador del apodo de “Jumbolino”, por su parecido con el Jumbo.
El nombre “Concordia” (Concorde), parece el adecuado para bautizar al primer avión desarrollado en común, en 1969, entre empresas aeroespaciales británicas y francesas: ese proyecto fue el embrión de la actual Airbus. El avión supersónico imprimió tan fuerte su imagen que cuando se conoció que existía un homónimo soviético, es decir otro avión supersónico, conocido como Tupolev Tu-144, la prensa lo bautizó como el “Concordski”.
Antes que el Concorde, la empresa francesa fabricante de aviones Sud Aviation, ya había generado otro modelo “con nombre”. Hablo del “Caravelle” (Carabela), de 1955. Y lo mismo sucedió con la industria británica, que tras el Comet, produjo el Hawker Siddeley “Trident” (Tridente), de 1962, en alusión a su condición de avión de tres motores.
Pero si de trimotores se trata, Lockheed produjo el L-1011 “Tristar” (Tres Estrellas), en 1970.
Una costumbre que llegó para quedarse
Ahora bien, lejos de desaparecer, la costumbre parece multiplicarse. La estrella del momento de Boeing se llama B-787 Dreamliner. “Liner” es una abreviatura de aeroliner: los aviones comerciales o de transporte de pasajeros son los aviones “de línea”. Dream significa sueño, con lo cual la conjunción termina definiendo algo así como “El avión de línea soñado”.
La empresa Boom Supersonic se encuentra desarrollando un nuevo avión supersónico que debería estar operativo para fines de este año o el próximo, y se llamará Overture (Obertura).
Virgin Galactic viene desarrollando el proyecto de realizar vuelos al espacio, mediante un avión que lleva hasta las capas superiores de la atmósfera a un avión cohete que se lanza y llega al espacio. El primero se llama ”SpaceShip” y el segundo “White Knight” (Caballero blanco).
Nombres sobre nombres
Además de los nombres que los aviones traen de fábrica y que les dan las empresas que los fabrican, muchas compañías aéreas eligen a su vez, bautizar a sus aviones con nombres puntuales. Los ejemplos son infinitos.
Aerolíneas Argentinas, por ejemplo, fue una de las primeras en utilizar aviones jet cuanto incorporó los ya mencionados DeHavilland “Comet” IV. Esos aviones constituyeron la “Flota del Firmamento” y fueron llamados “Las Tres Marías”, “Lucero del Alba”, “La Estrella de la Tarde”, “La Cruz del Sur”, “El Tahalí”, “Alborada” y “Los Siete Cabritos”.
Mucho más cerca en el tiempo, LAPA, la empresa de Andy Deutsch que voló entre 1977 y 2003, incorporó en su momento dos Boeing B-757 a los que bautizó como “Sirius” y “Anillaco”, en homenaje al por entonces presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem.
Y hace pocos años, cuando comenzó a operar, la low cost argentina Flybondi, comenzó a bautizar sus aviones con el nombre de mascotas. El primero fue “Nelson”, nombre que correspondía al perro del por entonces CEO de la empresa, Julian Cook. Y se continuó con los nombres de perros y gatos de algunos pasajeros que fueron elegidos mediante sorteo: “Hari”, “Valkyria”, “Arturo” y “Max”.
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