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Isla El Descanso: las flores en su máxima expresión artística

A 15 minutos del puerto de Tigre, Isla El Descanso constituye una oda a la naturaleza y el arte. Más que un mero jardín botánico, más que una exhibición de piezas, la síntesis de ambos aspectos ha engendrado un refugio para el disfrute y la inspiración.

Sin pecar de exageración pero apenas de poesía, Isla El Descanso puede definirse como un pequeño paraíso exprés. Entre los recovecos del delta de Tigre, a nada de la gran urbe porteña, se oculta un jardín botánico concebido como una obra de arte que a su vez contiene más obras de arte.

Reflejando el gran amor con que sus mentores llevaron adelante este proyecto, cada escena florida ha sido cuidadosamente diseñada, cual si fuera la instalación de un renombrado museo. Pero aquí las obras mutan. Las fuerzas de la naturaleza hacen lo suyo, cambiando texturas, colores, luminosidades, ofreciendo en cada época del año un paisaje particular, a cual más bello.

Y eso no es todo: cada espacio se justifica a través de correlatos –a veces tragedias, pero siempre historias de amor– que entretienen e invitan a la reflexión.

Todo este conjunto de virtudes, sumado –por supuesto– a un enorme y constante trabajo, hacen de Isla El Descanso un sitio que trasciende lo terrenal.

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Andrés Felipe Durán Sanabria, director de Relaciones Institucionales de Isla El Descanso, nos espera en el embarcadero Albardón, en Tigre. Con él viajan el galgo Hiu, el golden Petrus y el siamés Platón, quienes también se impacientan por llegar a destino final y disfrutar de la naturaleza. Pero para los bípedos no se tratará de sólo eso: Felipe nos promete mucho más, pero no adelanta demasiado. Sólo sabemos que es un paseo con flores, con plantas, con obras de arte… No nos endulza, confía plenamente en los encantos por venir.

Tras unos 15 minutos de navegación avistamos las palmeras históricas que Sarmiento plantó en este predio de 16 hectáreas.

A través del siguiente recorrido, descubriremos una nueva forma artística.

PRIMERAS EXPRESIONES.

Recostados, dos leones de hierro forjados en Florencia, flanquean la entrada ni bien descendemos de la lancha. El primer ejemplo de escultura clásica encuentra pronto su contraparte moderna al levantar la vista: un parque verde, lozano, se extiende ante los ojos, matizado por extrañas piezas de arte que pronto conoceremos de cerca.

Los anfitriones invitan a pasar y tomar un aperitivo en el deck, alrededor de una hermosa piscina que sirve de punto de encuentro pero en la que no mojaremos un solo dedo del pie. Por más que tiente, la propuesta de este sitio supera tirarse a la pileta y tomar sol

Es que el arte no es una ambición menor. Nos calzamos las botas, manoteamos un último bocado y cobramos fuerza para una recorrida intensa.

Que comienza allí nomás, cerca, porque en la principal área parquizada –donde despuntan todos los senderos– están dispersas varias obras de Alberto Bastón Díaz pertenecientes a la Serie de la Ribera. Inspirado por sus ancestros que llegaron de España, el artista diseñó estas piezas con restos de barcos. Isla El Descanso exhibe 12 de ellas, incluyendo el ensamblaje de dos enormes obeliscos que ahora se ven lejanos, sobresaliendo entre el paisaje.

Más allá me sorprendo al identificar una obra: “A toda orquesta con la naturaleza”, de Carlos Gallardo, consistente en una veintena de atriles con sus partituras abiertas. Es que en ocasión de la reapertura del Teatro Colón, tres años atrás, se encargó una réplica exacta que se emplazó en la contigua plaza Lavalle, en honor a los artistas y su trabajo.

Antes de dejar la hierba, hay que sentarse, sí, en el Talking Bench, un monumento ideado para las parejas que quieran charlar un rato. Se trata de un gran rulo de vías de acero que sirven de marco a un pequeño asiento interior, derivación de la serie Spaghetti Benches del argentino Pablo Reinoso.

PARA PONER EN UN CUADRO.

Al internarnos entre la vegetación más frondosa, el camino está algo fangoso pero las botas cumplen su cometido.

El primer hito es la boca de un puente cubierto de mullidas flores lilas que bien podría formar parte de un cuento o una película. Pero no. Al asomarnos por la baranda, la vegetación acuática y los sauces llorones sobre el arroyo parecen componer un cuadro impresionista. Los anfitriones aceptan la remarca y, justamente, confiesan que este espacio está inspirado en el jardín privado que Monet tenía en Giverny.

Cabe señalar que el predio cuenta con muchos puentes –once en total, cada uno con su propia significación– que interconectan los espacios. Nos explican que éste, el Puente del Ángel del Amor, contiene una bendición: al traspasarlo, quien no tiene un amor lo encuentra y, si ya lo tiene, lo potencia.

Benditos, llegamos al Templo de la Fe, una gran glorieta coronada por un pilar de piedra. Aquí suelen celebrarse casamientos –donde las parejas surgen del Puente del Ángel antes de allegarse al altar–, bautismos y ceremonias menos ortodoxas de meditación y purificación.

CADA ESPACIO, UNA HISTORIA.

Retomando el derrotero, nos dirigimos a la zona de humedales, donde la vegetación natural no ha sido intervenida. Pero sí su sendero, donde nos intercepta la escultura de Tritón, concebida por Vivianne Duchini, quien también cuenta en su haber la tropilla de caballos frente al Hotel Four Seasons de Buenos Aires.

En esta área más retirada los arroyos dibujan una trama que puede ser desandada en canoas provistas por Isla El Descanso, pero de momento seguimos en tierra firme para pasear por el Sendero del Maestro. Este pasaje predilecto de los colibríes siempre se encuentra tapizado por hojas cuyo color dependerá de la época del año.

El Puente de la Conciencia Superior nos traslada a la Plaza de la Aceptación, donde encontramos otra obra de Reinoso. Fiel al estilo de metales longilíneos, “Las 12 sillas de la armonía” resultan ideales para sentarse un rato, pero los anfitriones nos enseñan un juego: pararse en ellas y balancearse sobre los respaldos, aprovechando su estructura flexible.

Cada espacio de Isla El Descanso tiene su propia personalidad y bien vale escuchar de boca de sus mentores la historia detrás de cada una de ellas. Así sucede con otros hitos como El Lago de los Padres y el Sendero de Cristina, que atraviesa 33 arcos enredados con una gran variedad de rosales y clemátides, la flor favorita de las familias reales francesas.

¡A LA MADONNA!

Cerrando una virtual herradura, el jardín de los helechos se levanta con sus plantas tropicales y exóticas, mechadas por dos estatuas de José Fioravanti: los torsos desnudos de un hombre y una mujer, enfrentados a cierta distancia. Aquí nos informan que mucha de la vegetación es propia de las épocas prehistóricas. Los helechos provenientes de Oceanía son enormes, un buen plato para un gran saurio herbívoro. Alentado por el dato geográfico, miro sus hojas a contraluz del cielo y creo distinguir el emblema de la selección de rugby de Nueva Zelanda, aquel muchas veces confundido con una “plumita”.

Un flanco de este jardín da al río, donde se acomodan unos bancos. Con un índice nos señalan aquel donde Madonna –no una escultura de la virgen, sino la mismísima Louise Veronica Ciccone– se pasó la tarde respondiendo los saludos de los tripulantes de los barcos. Y no necesariamente porque la hubieran reconocido, sino por la arraigada costumbre del Delta.

Concluyendo la vuelta, el Puente de la Amistad nos deposita en el Rosedal de Santa Josefina, cuyas especies fueron traídas de viveros de Gran Bretaña, Francia y Alemania. A diferencia de las rosas que se pueden comprar en puestos y floristerías –manipuladas para lograr largos tallos, en desmedro de otras características–, éstas se distinguen por ser muy aromáticas, especialmente en el esplendor de octubre.

En tanto, la Glorieta Juan Funes nos cuenta la historia del primer empleado de Isla El Descanso, quien trabajó allí por 14 años. En su honor, este recoveco presenta otro de los famosos “benches” de Reinoso; en este caso uno infinito, entrelazado en forma circular, donde cada vía se une con otra como una cinta de Moebius compleja.

Para finalizar, volvemos a aquel ícono que habíamos distinguido desde que pusimos un pie en la isla. Un risueño camino de gramíneas de tonos marrones y beiges nos lleva a las imponentes torres de metal de Bastón Díaz, que coronan tanto al predio como a su visita.

Isla El Descanso se sigue expandiendo, evoluciona y cambia de fisonomía más allá del natural transcurrir de las estaciones. El próximo proyecto es Le Bambouserie, espacio que contendrá más de 20 especies de bambúes y que sin duda se nutrirá de mucho más arte tradicional y floral.

ENCUENTROS Y EVENTOS

Isla El Descanso está preparada para recibir y organizar todo tipo de grandes eventos a medida de los interesados, ya que cuenta con dos grandes salones, servicio gastronómico y muchas otras facilidades que se suman a su natural encanto. En este sentido, vale mencionar que recientemente recibió a los participantes del último simposio de Virtuoso, al tiempo que varios embajadores generalmente utilizan este espacio para recibir a sus visitas más importantes. Las personalidades –algunas de ellas famosas, como Madonna y el grupo U2– suelen llegar en helicóptero, aunque los grandes grupos pueden hacerlo por agua y por la tarde regresar al puerto de Buenos Aires en catamarán, admirando la caída del sol tras los edificios porteños.

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