Teníamos por delante cuatro días de inesperada aventura. Cuatro días de corte de la rutina localizados en las postrimerías de un año agitado, en los que habíamos depositado todas las expectativas. Nada podía salir mal: ni el viaje en avión, ni el aterrizaje, ni el clima, ni los traslados, ni el alojamiento, ni las excursiones. ¿Por qué tanta exigencia? Sencillamente, porque viajábamos en familia: mi esposa, yo, y nuestros dos hijos (uno de tres y otro de seis años) que por primera vez hacían su experiencia de viajar en avión, y por primera vez también presenciarían el exuberante espectáculo natural de las Cataratas del Iguazú.
Ligazón inigualable entre confort y naturaleza
Inmerso en un entorno de excepción –la selva Iryapú–, el establecimiento se erige como una experiencia inolvidable, signada por el relax, el confort, el esparcimiento y un íntimo contacto con la naturaleza. Se trata de un destino en sí mismo, con excursiones complementarias a las que propone las cataratas.
Nada podía salir mal: desde hacía un mes que, durante la cena, las charlas con los dos niños rondaban siempre los mismos temas: “Papá, ¿qué sentís en el avión?”, “¿se puede abrir la puerta del avión cuando estás volando?”, “¿mamá, cómo es la selva?”, “¿papi, hay cocodrilos?, ¿muerden?”, “¿adónde vamos a vivir?”.
La experiencia de vuelo no pudo ser mejor. Un vuelo tranquilo, de poco menos de dos horas, nos condujo a las primeras postales de esa bella tierra colorada, de árboles que intentan tocar el cielo con sus ramas, de verdes intensos, de vida que explota en sus mil formas a cada metro recorrido. Salimos de una fría Ciudad de Buenos Aires para meternos de lleno en una calurosa –y cálida– Puerto Iguazú.
Camino al hotel, los buenos presagios iban apareciendo en fila. Bastó con orientar nuestra visión hacia la frondosa copa de un árbol para divisar un bellísimo tucán haciendo de las suyas. El clima también nos acompañaba: el sol rajaba la tierra, lo que de inmediato nos permitió ponernos cómodos de ropa.
En un abrir y cerrar de ojos, el automóvil que nos trasladaba abandonó la ruta para entrometerse en zigzagueantes caminos dentro del monte misionero. Tras un breve lapso, se desplegó ante nosotros la primera experiencia sensorial: habíamos arribado a La Cantera Jungle Lodge.
Localizado en la Ruta 12, Km. 5, La Cantera es un lodge de selva ubicado dentro de la selva Iryapú, a 17 km. de las Cataratas del Iguazú y a 20 km. del Aeropuerto Internacional.
Tras el check-in, lo siguiente fue dirigirnos a nuestra habitación, en un trayecto inmejorable. En familia, pasamos frente a esa hermosa piscina que invitaba al refrescante chapuzón y la helada cerveza (sobre todo teniendo en cuenta las elevadas temperaturas). Los niños no lo podían creer: toda esa selva, tan copiosa e invasiva, y toda esa hermosa piscina, especial para chapucear y divertirse.
Faltarían unos 100 m. para llegar a las habitaciones asignadas; a esa altura del trayecto, estimo que los niños habrán hecho unas 25 veces cada uno la siguiente pregunta: “Papi, mami, ¿podemos ir a la pile?”.
El recorrido por las pasarelas que conducían a las habitaciones era, en sí mismo, una invitación a la abstracción, un “cuelgue” permanente de esa explosión de naturaleza. Es que en las tres ha. del predio existen árboles de más de 400 años de antigüedad, así como otros protegidos por hallarse en vías de extinción (tal es el caso del palo rosa), además de pequeños animales autóctonos, e insectos que parecían alimentados con hormonas (tatadioses, langostas, arañas, etcétera).
Ingresar a las habitaciones (dos, de categoría “Tierra”, conectadas) constituyó otra invitación al descanso y la relajación. La madera siempre presente, en combinación con las luces tenues y los tonos pasteles, además de una temperatura ambiente muy inferior al calor externo, llamaban a zambullirse, pero no en la piscina, sino en esa enorme cama matrimonial, con el único objetivo de leer un libro, mirar televisión o, simplemente, “mirar hacia adentro”, dormir. Pero los tiempos de los niños son otros, muy diferentes a los de los adultos. “Papi, ¿ahora sí vamos a la pile?”. Y sí, vamos…
Si bien los niños demandaban por demás una incursión en el área de piscina, a mi esposa y a mí no nos desagradaba la idea de pegarnos un chapuzón para luego disfrutar de un daiquiri en las cómodas poltronas, sobre todo con el ánimo de reponer energías luego de un ardua jornada de viaje y llegada al destino.
Así lo hicimos. Los niños, a disfrutar de la piscina; los mayores, del exquisito daiquiri, de las amplias reposeras, del sol a punto de caer, del frondoso verdor. Pero atención con este detalle: bastó con levantar levemente la vista para encontrarnos con termos, mates y tortas fritas elegantemente dispuestas en una mesa alta, invitación de la casa, de modo que los huéspedes se sirvieran “a gusto y piacere”. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos “abandonamos” Cuba y retomamos imaginariamente a la senda misionera, con su yerba mate tan intensa y tan nuestra.
Poco a poco, la fiebre del sol iba menguando. Con la llegada del anochecer, La Cantera desplegaba nuevas y cálidas postales. Ahora, la piscina iluminada con luces multicolores invitaba a hacer una reserva en el restaurante “El Boyero”, lindero a la piscina. A la hora indicada, nos sentamos a saborear una cena que no podía haber estado mejor: pastas con una exquisita salsa “Champagne” para los adultos, regado con un excelente vino tinto; y bocaditos de pollo con puré casero para los niños (una de las opciones del variado menú infantil). Con la panza llena y el corazón contento, el siguiente stop era mi predilecto: esas inmensas habitaciones, con esas inmensas televisiones, y esas inmensas y mullidas camas nos esperaban para el tan ansiado descanso.
Shhhh… ahora que los niños duermen, es el momento ideal para un relajado baño en el hidromasaje de la habitación, con espuma hasta el tope, en compañía de un libro y un refrescante chop de cerveza al alcance de la mano.
NO SOLO DE RELAX VIVE EL HOMBRE.
Qué decir de los siguientes días: que comenzaron con las obligadas excursiones a las Cataratas del Iguazú (lados argentino y brasileño) para imbuirnos de toda esa belleza paisajística y esa explosión de naturaleza, que prosguieron con la insistencia de los niños por volver rápido a La Cantera “antes de que se haga de noche así vamos a la pile”, y que culminaron con esos momentos de relajación mezclados con diversión en familia, a los que el cálido y profesional staff de La Cantera Lodge de Selva les sabe dar el marco y el tratamiento ideales. Es decir, luego de las excursiones, la secuencia era: vuelta al hotel - piscina (para niños y papás) - picada acompañada de algún exquisito trago – cena en El Boyero - descanso en la habitación.
No obstante, si sobran energías, La Cantera ofrece a sus huéspedes la posibilidad de experimentar programas especialmente pensados para la exploración profunda del entorno, los que permiten aprender sobre la flora, fauna y cultura del lugar. Entre ellos:
• Caminata interpretativa de la naturaleza: ideal para conocer la vegetación típica de la selva misionera y experimentar el aire puro. El huésped tendrá la posibilidad de hacer el recorrido en dos salidas diarias (una por la mañana y otra por la tarde). El grupo es acompañado por un guía calificado que va comentando todo lo relativo a la naturaleza circundante, en varios idiomas (español, inglés, francés y portugués). Esta caminata es un servicio gratuito del hotel, disponible para los huéspedes. Sólo es necesario consultar y verificar los horarios en el front (entendiendo que dependerá de las condiciones del clima y del terreno) y hacer la reserva.
• Tour guiado en bicicleta por la selva: un guía irá revelando lo secretos de la naturaleza, a bordo de modernas y seguras bicicletas de montaña. Hay también opciones para que los más chicos se sumen a la aventura, ya sea con una sillita de bebé estilo tráiler, amarrada a la bicicleta del adulto, o en una bicicleta rodado 24.
• Caminata con guía nativo guaraní: un guía nativo lidera la caminata, que permite conocer múltiples rasgos de la cultura guaraní (entre ellos, plantas medicinales de la selva, costumbres ancestrales, trampas utilizadas por los guaraníes en otros tiempos para cazar animales, etcétera).
En suma, La Cantera Jungle Lodge sabe desplegar un múltiple abanico de experiencias. Ante él, lo recomendable es hacerle caso al propio instinto y seleccionar las que consideremos más energizantes para nuestra perspectiva vacacional. Del resto –del disfrute, de la excelente atención, de la calidad, de la calidez– se encarga La Cantera.
Ubicación: el complejo se ubica en la Ruta 12, Km. 5, de Puerto Iguazú (Misiones).
Compromiso con la calidad: con el objetivo de garantizar una máxima calidad en el ofrecimiento de los servicios, La Cantera Jungle Lodge ha certificado su Sistema de Gestión de Calidad bajo las normas ISO 9001/2008 en todas sus áreas, bajo los ocho principios en los que se basa dicha norma: enfoque al cliente, liderazgo, participación del personal, enfoque basado en procesos, enfoque de sistema para la gestión, mejora continua, enfoque basado en hechos para la toma de decisiones, relaciones mutuamente beneficiosas con los proveedores.
Informes: Oficina en Buenos Aires: 5236-9094 / [email protected]. La Cantera Jungle Lodge: +54 - 3757 - 493016.
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