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Enclaves eclécticos y cautivantes

Turquía seduce a los visitantes con varias joyas como Estambul, Éfeso, Bodrum, Capadocia y Pamukkale. Aquí, un detalle de cada uno.

Con un pie en el futuro y también en Europa, pero también con detalles bien tradicionales y su geografía en Asia, Turquía seduce y conquista a todos los visitantes. En esta ocasión nos referimos a cinco destinos impactantes: Estambul, Éfeso, Bodrum, Capadocia y Pamukkale.

¿Qué visitar en Estambul?

El misticismo característico de Estambul, una de las principales ciudades de Turquía, se acentúa con su particular emplazamiento sobre dos continentes: tiene una parte en Europa y otra en Asia, separadas entre sí por el estrecho del Bósforo.

La ciudad –que fue fundada con el nombre de Bizancio, llegando a ser capital de los imperios Romano, Bizantino y Otomano, y también dominada por persas, atenienses, espartanos y galos– invita a desandar su historia a través de sus encantadoras calles, cafés y soberbias construcciones, que le otorgan una impronta sorprendente.

En ese sentido, es ineludible la visita a la mezquita del sultán Ahmet, la más grande y fastuosa de la ciudad, conocida popularmente como “mezquita Azul”. Construida entre 1609 y 1616, ostenta una imponente cúpula central, más de 20 mil azulejos de Iznik (cuyo color predominante le da el nombre al templo), 260 ventanas, columnas inscriptas con caligrafía dorada, lámparas y arañas descomunales.

Justo enfrente, cruzando un bonito jardín con fuentes, se encuentra otro ícono de Estambul: Santa Sofía, erigida entre 532 y 537, cuando fuera la antigua basílica patriarcal de los cristianos ortodoxos. Luego fue convertida en iglesia católica, y después en mezquita por los otomanos, como símbolo de su conquista. Finalmente, en 1935 se transformó en museo. Sus mayores atractivos son su cúpula de 30 m. de diámetro y los resplandecientes mosaicos bizantinos.

También cerca de allí yacen el Hipódromo romano (330 d.C.), la Cisterna Basílica (imperdible para los fans de Dan Brown, ya que allí se rodó el final de la película Inferno) y el Palacio Topkapi, sede administrativa del Imperio Otomano.

Si de compras se trata, hay que hablar de los bazares. El mayor exponente es en esta ciudad de Turquía es el Gran Bazar, impactante tanto por su belleza arquitectónica y dimensiones –en sus 80 calles se disponen 3.500 tiendas– como por su colorido. Es el sitio ideal para adquirir souvenirs.

En tanto, en el Bazar de las Especias o Bazar Egipcio, las tiendas atrapan con sus aromas y sabores: montañas de comino, menta, azafrán, pimentón y otras especias locales, así como dulces tradicionales, tés y pistachos forman parte de la oferta.

Por su parte, el barrio de Gálata cautiva con su emblemática torre, sus calles empinadas y su afamado puente, desde el que se divisa en todo su esplendor la silueta de la ciudad.

Cerca de allí, la plaza de Taksim y la calle Istiklal son ideales para terminar el día recorriendo tiendas y eligiendo algún bar o restaurante. Al igual que el barrio de Ortaköy, a los pies del puente del Bósforo.

Las ruinas arqueológicas más grandes del mundo.

Situada en la parte occidental de lo que fue el Asia Menor, en la península de Anatolia, Éfeso ostenta el área arqueológica más grande del mundo que atesora un enorme patrimonio ligado a viejas civilizaciones, cruces de culturas y religiones.

Para comprender la magnitud y belleza de este sitio de Turquía es necesario remontarse a la Edad Antigua. Muy sintéticamente puede decirse que fue una de las 12 ciudades de Jonia, con un puerto de enorme relevancia, ya que por él se conectaba el comercio entre Oriente y Occidente. Luego fue conquistada por los cimerios, por Creso (rey de Lidia) y poco después por Ciro el Grande, rey de Persia. Por ese entonces, Éfeso debía su gran renombre al Templo de Artemisa (Diana, en la mitología romana), a quien se rendía culto.

Sin embargo, en 356 a. de C. fue destruido por un incendio. Nada se salvó; Artemisa no pudo protegerlo porque estaba en Macedonia: aquella noche fue la misma en la que nació Alejandro Magno, quien luego expulsaría a los persas y contribuiría generosamente a la reconstrucción del templo.

Tras la muerte de Alejandro Magno, Lisímaco –uno de sus generales– tuvo el control del oeste de Anatolia. Posteriormente, fue sometido al dominio de Egipto y Siria, y en 190 a. de C. pasó al poder de los romanos, convirtiéndose en capital de ese imperio en Asia.

Así, este enclave de Turquía tuvo un notable progreso, fundamentalmente en la época del emperador Augusto. Llegó a tener 250 mil habitantes y fue una de las ciudades más importantes del orbe.

Por todo lo dicho, el mejor sitio para comenzar el recorrido por Éfeso es el templo de Artemisa, considerado una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Aunque hoy sólo puede apreciarse una de las 120 columnas jónicas de antaño.

La visita debería continuar por las ruinas de la ciudad, probablemente el mayor atractivo de Éfeso. La zona arqueológica tiene dos accesos; ingresando por la puerta superior se llega hasta la zona que fuera el puerto, pudiéndose observar a lo largo del recorrido los vestigios de la capital oriental del Imperio Romano: las termas de vario, el ágora del Estado, el Odeón, la vía de los curetos, el Templo de Adriano, la biblioteca de Celso, la vía de mármol, el Gran Teatro y la Iglesia de Santa María.

La siguiente parada es la basílica y tumba de San Juan, en la colina de Ayasuk. El templo fue construido por el emperador Justiniano sobre la tumba de San Juan –el apóstol eligió esta urbe para predicar ante este numeroso pueblo pagano y escribir su Evangelio– y fue reconocido como uno de los magníficos monumentos de la Edad Media.

Otro de los mayores atractivos de este enclave de Turquía es la visita a la casa de la virgen María, en el monte Pión. Se sabe que Jesús confió el cuidado de su madre a San Juan, quien la llevó a Éfeso, huyendo de la persecución a la que fueron sometidos. El lugar fue visitado por tres Papas y los fieles aseguran que del manantial cercano emanan aguas de poder curativo.

El Museo de Éfeso es otro sitio clave: expone obras descubiertas durante las excavaciones realizadas en Éfeso y otras ciudades antiguas.

Playa en Turquía.

Se dice que Bodrum es la Ibiza de Turquía. Fundada sobre la antigua Halicarnaso, el destino se destaca como uno de los balnearios más exclusivos, justo en el punto donde se encuentran los mares Egeo y Mediterráneo. Excelente hotelería, exquisita gastronomía, bonitas playas, gran movida nocturna y múltiples opciones de compras hacen de esta ciudad costera un destino irresistible.

Un extenso paseo marítimo bordeado de palmeras, un puerto deportivo y un impresionante castillo medieval conforman el marco de bienvenida a este “paraíso de eternos azules”, tal como fuera descripto por Homero.

Perteneciente a la provincia de Mugla, hasta principios de los 70 fue una villa de pescadores. Luego se convirtió en el centro turístico que cada verano congrega a más de 700 mil visitantes, sin perder su esencia y ambiente bohemio y relajado, características que atrajeron a poetas, cantantes y artistas.

Bodrum fue fundada sobre la antigua Halicarnaso, ciudad de nacimiento de Herodoto –uno de los más grandes historiadores– y donde se alzaba una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo: la tumba del rey Mausolus (siglo IV a. de C.), la misma que diera origen a la palabra "mausoleo". En la actualidad puede visitarse el sitio donde estuvo emplazado, pudiéndose apreciar algunos restos.

Asimismo, es imperdible un recorrido por el castillo, un símbolo de la región, que alberga el Museo de Arqueología Submarina.

Otros sitios interesantes de este enclave de Turquía son el Museo del Hammam, del siglo XIX, y el teatro de Goktepe, uno de los más antiguos de Anatolia, con capacidad para 13 mil personas. Desde allí se aprecia un panorama magnífico de la bahía.

Otras alternativas para deleitarse con las bellezas de la zona son los paseos marítimos.

Bodrum también es uno de los centros de comercio más importantes de Turquía. Artículos de piel, esponjas naturales, alfombras y bordados forman parte de la oferta que se puede encontrar en las tiendas de sus laberínticas calles estrechas.

Luego de la playa y las compras, nada mejor que relajarse en uno de los tantos bares y restaurantes que disponen sus mesas frente al mar. Tragos, mariscos frescos y especialidades locales son el complemento perfecto para ver caer el sol sobre la bahía.

Además, este enclave adquirió una notable fama por su agitada vida nocturna. De hecho, es uno de los centros de ocio más concurridos del mundo.

Capadocia, otra joya de Turquía.

Capadocia es otro de los destinos de Turquía de gran atractivo, en los que la naturaleza manifiesta su arte de manera asombrosa.

Localizada a una hora de vuelo desde Estambul, en el centro de Turquía, Capadocia sorprende con sus caprichosas formaciones rocosas (conocidas como chimeneas de las hadas), barrancos y valles de aspecto lunar.

La mejor manera de apreciar este entorno es, sin dudas, desde el aire, volando en globo aerostático. Aunque también se puede explorar a caballo y a pie.

Cabe mencionar que, desde los hititas, diversas civilizaciones dejaron su huella en esta región. Se excavaron cuevas para utilizarlas como casas, almacenes e iglesias, construyendo así una ciudad subterránea que al día de hoy continúan habitadas y utilizadas para almacenar productos.

Algunos lugares imperdibles de este sitio de Turquía son el Museo de Goreme (iglesias en cuevas decoradas con pinturas medievales), Museo Zelve (cueva abandonada con iglesias), ciudad subterránea de Kaymakli (la más grande de la región), ciudad subterránea de Derinkuyu (la más profunda), valle de Ihlara, Uchisar y Ortahisar (castillos romanos excavados en rocas), Avanos (centro de cerámica desde los tiempos hititas), Pasabag (chimeneas con forma de hongo), Devrent (chimeneas con forma de animales), Hacibektas (centro de la secta islámica Bektasi) y Gulsehir (sede de los primeros asentamientos en Capadocia).

Pamukkale: castillo de algodón.

Otro de los sitios de interés imperdibles de Turquía es Pamukkale ("castillo de algodón" en turco), ubicado en el valle del río Menderes, provincia de Denizli.

Producto de un fenómeno natural que genera gruesas capas blancas de piedra caliza y travertino, a simple vista da la sensación de estar frente a una catarata congelada. Sucede que los movimientos tectónicos de la zona no sólo causaron terremotos, sino también la aparición de muchas fuentes de aguas termales, cuyas aguas –por su alto contenido en minerales– dieron lugar a la formación de este singular paraje.

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