Praga es una de esas ciudades que deberían ser visitadas al menos una vez en la vida por los amantes de la literatura. Tiene ese “algo” que ostentan las urbes que acunaron a genios de las artes; un “algo” que, sobre todo para los que adoramos a Franz Kafka, se convierte en un todo.
La Praga de Kafka
Tal como aseveró Johannes Urdizil, quien fuera uno de sus amigos, “Kafka era Praga y Praga era Kafka”. Para comprobarlo basta con recorrer cada uno de sus rincones, donde el viajero irá recogiendo y llevándose consigo para siempre los rastros que permiten pensar que Praga y el doctor K se pertenecieron siempre, a pesar de que el inquietante escritor haya querido durante su breve existencia escapar de sus redes. “Praga no te suelta. Esta vieja bruja tiene garras. Uno ha de rendirse ante ella”, escribió alguna vez.
Hoy Praga es uno de los enclaves más encantadores de Europa, aunque en la época en que lo habitó Kafka la situación era muy diferente. Por entonces, no era la capital de la República Checa, estado independiente de la nueva Europa. Él nació el 3 de julio de 1883 en la que fuera una de las ciudades más importantes del imperio austrohúngaro, cuya lengua oficial era el alemán. De modo que K era un judío en una urbe donde casi todos los judíos estaban germanizados.
EL MUNDO K.
El sitio indicado para sumergirse en las profundidades de su mundo es el Franz Kafka Museum. Allí se expone la muestra “La ciudad de K. Franz Kafka y Praga”, que difiere de las numerosas que existen en torno a la figura de escritores, ya que propone –y lo logra con creces– ingresar literal y metafóricamente en su exasperante laberinto.
La exhibición consiste de dos partes. La primera, llamada “Espacio existencial”, hace referencia a la vida de Kafka desde la influencia del medio en el que vivió. La segunda, “Topografía imaginaria”, muestra la manera en el que su trabajo refleja el intrincado proceso de transformación de la realidad física de Praga y la propia vida de Kafka, con fotografías de personas, lugares, manuscritos y libros presentados en instalaciones de notable particularidad, en las que palabras, imágenes, luces y sonidos se combinan para dejar al visitante sin aliento.
En la tienda del museo se puede adquirir un mapa con las ubicaciones, fotografías y reseñas en varios idiomas (incluido el español) de los 31 sitios K más destacados de Praga.
LAS CASAS DE KAFKA.
La familia Kafka se mudaba con frecuencia, aunque siempre en las cercanías de la Plaza de la Ciudad Vieja. Hijo de Hermann y Julie, el escritor nació en la casa de la Torre, de cuya estructura original sólo se conserva un enorme portón. La propiedad, que se encuentra en una de las esquinas de la Plaza Franz Kafka (Náměsty Franze Kafky), alberga en la planta baja la Exposición Kafka y el Café Kafka.
Sin embargo, la mayor parte de los recuerdos de la infancia de K tuvieron lugar en la casa del Minuto, cerca de la Plaza Pequeña (Malé náměsty), la más antigua de Praga, hoy colmada de restaurantes y bares.
Entre la multitud que todo el tiempo se agolpa para ver una de las mayores atracciones del lugar (el reloj astronómico del Ayuntamiento, con su desfile de apóstoles cada hora), puede apreciarse la vivienda decorada con esgrafiados renacentistas en la que nacieron las tres hermanas de Kafka: Gabrielle, Valerie y Ottilie.
En los años de bachiller y universidad, la calle Celetná acogió a los Kafka. En el segundo piso del N° 3/602, Kafka tuvo su primera habitación propia.
En tanto, en la calle Pařížská N° 36/883, donde ahora se emplaza el Hotel InterContinental, estaba la casa del barco, donde K permaneció durante sus primeros seis años de vida laboral. Allí creó La Condena, La Metamorfosis y gran parte de América.
Otra de las casas más visitadas por los viajeros kafkianos es la Oppelt (Staroměstské náměsty N° 5/934), en una esquina de la plaza de la Ciudad Vieja, donde vivió los últimos años.
EL CASTILLO.
Subiendo por Malá Strana (el Lado Pequeño) –la zona más encantadora de Praga, colmada de tabernas, restaurantes y palacios– se accede al Castillo de Praga (Hradčany), otro punto ineludible del circuito K.
Se dice que vivió un tiempo junto a una de sus hermanas en la casita del N° 22 del Callejón del Oro, donde ahora se venden libros y souvenirs. Allí encontraba tranquilidad para escribir. De hecho, redactó casi todos los cuentos para la selección de Un médico rural y otros relatos.
Se requiere de bastante tiempo para recorrer el distrito del Castillo, la mayor zona fortificada del mundo. Es una ciudad dentro de la ciudad, ya que alberga varios palacios, una basílica románica, la torre Daliborka y la imponente catedral de San Vito, escenario de uno de los capítulos de El Proceso.
LAS CASAS DE ESTUDIO.
Aún hoy pueden verse los tres establecimientos en los que se formó el doctor K. En la calle Masná N° 16/1000 de la Ciudad Vieja se encuentra la escuela alemana para varones donde la cocinera de la familia llevaba arrastrando al pequeño todas las mañanas.
Cerca de allí, en uno de los laterales de la plaza de la Ciudad Vieja despunta el Palacio Kinský, en cuyo segundo piso del ala posterior funcionaba el Altstäder Deutsches Gymnasium, estricto colegio secundario alemán al que K ingresara a los 10 años.
Allí mismo, entre los locales de la planta baja, puede visitarse la Librería Kafka, donde estuviera la tienda de su padre.
En tanto, la Universidad Carolina fue donde K obtuvo su doctorado en Leyes en 1906. Estaba dividida en las secciones checa y alemana. La segunda se hallaba sobre la calle Železná N° 9/541.
Vale recordar que en el segundo año conoció a su amigo Max Brod, quien desempeñaría un papel muy importante en su vida y en el reconocimiento literario póstumo, dado que ignoró los deseos del autor de que los manuscritos fueran destruidos. Contraria y afortunadamente, éste los publicó.
LOS SITIOS DE TRABAJO.
“Ganarse la vida y el arte de escribir deben mantenerse completamente aparte”, decía K. Por eso, lejos de trabajar como periodista, ingresó a las oficinas de la Assicurazioni Generali, en la Plaza Wenceslao (Václavské nám N° 19/832), hoy rodeada de oficinas, comercios, oficinas de cambio y restaurantes.
Allí vale la pena detenerse a degustar alguna de las delicias locales que ofrecen los puestos de este concurrido bulevar, que lleva el nombre del santo patrón del país, cuyo monumento se alza en un extremo de la plaza, ante el imponente Museo Nacional.
El segundo y último trabajo de K fue el de la Mutual de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia (calle Na Poříčí N° 7/1075), actualmente sede de un Hotel Mercure.
K Y LA VIDA SOCIAL.
Los cafés de Praga eran foros en los que se discutía sobre arte, literatura, filosofía y política. Muchos estudiantes de Derecho, entre ellos Brod y Kafka, frecuentaban el Café Louvre (Národní třída N° 20/116), que abrió sus puertas en 1902 y desde entonces pertenece a la elite de la ciudad. K tenía predilección por las conferencias del filósofo Anton Martý y los simposios.
Emplazado en un primer piso, sobresale por su decoración art noveau y elegante mobiliario, además de las mesas de billar y salas de juego.
Otros establecimientos asociados a la vida del escritor son el Café Savoy –actualmente Taberna Checa (Vězeňská N° 9/859) –, donde Kafka asistía a funciones de teatro judío; y el Café Arco (Hybernská N° 16/1004). Este último, en su versión original, fue el favorito de K.
AIRE LIBRE Y DEPORTE.
Contrariamente a lo que se cree, Kafka disfrutaba de la natación y la vida al aire libre. Desde niño frecuentó la Piscina Cívica (Civilschwimmschule), acompañado por su padre. Y el Parque Chotek (Chotkovy sady) fue uno de sus paseos preferidos, al punto que lo definió como el lugar más bello de Praga.
Asimismo, se regocijaba con el silencio de los Jardines de Belvedere, hoy conocidos como Letenske sady.
HASTA SIEMPRE.
Franz Kafka murió el 3 de junio de 1924, a los 40 años. Fue enterrado en el Nuevo Cementerio Judío de Praga, entre las oscuras y ornamentadas lápidas de la burguesía judía.
Allí, cerca del portón de entrada una flecha indica la dirección y distancia a la que se encuentra su llamativo sepulcro: tiene un rombo cubista puntiagudo y gris, en el que también están grabados los nombres de sus padres y sus hermanas, estas últimas fusiladas por los nazis.
Dicen que cuando descendieron el cuerpo a la tumba, exactamente a las 16, el cielo se oscureció y comenzó a llover.
Moneda: corona checa.
Transporte: lo más conveniente es adquirir pases diarios o de varios días, con los que se puede utilizar tanto el Metro como los trolebuses. Hay buses regulares desde el Aeropuerto Internacional.
Informes: www.czechtourism.com/sp/.
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