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La pandemia mostró que el turismo está desnudo

Los problemas de liderazgo y coordinación, las ayudas que no ayudan y la superficialidad de los discursos a futuro evidencian que el turismo está desnudo.

Como el niño que en el cuento de Hans Christian Andersen advierte a todos que “el emperador va desnudo”, la pandemia de Covid-19 abrió los ojos de propios y extraños sobre la desnudez del turismo y la invisibilidad de su traje como “sector prioritario y con una resiliencia sin igual” para el desarrollo de las economías. Algo que a siete meses de iniciada la emergencia queda expuesto a la luz de los problemas de liderazgo del sector, las ayudas estatales que no ayudan a frenar la sangría de empresas y empleos, y la vacuidad del incasable discurso de la sinergia público-privada.

Mientras se trata de entender lo incierto, nuevos sastres llegan al pueblo y encandilan a todos con la idea de un turismo reformado que sacará a las comunidades locales de su estancamiento. A la luz de la experiencia reciente, como mínimo habría que ver para creer.

Pero vayamos por partes.

“Pero si va desnudo..."

En medio de una de las mayores crisis de la historia reciente, el turismo está sufriendo más que el resto de los sectores claves de la economía mundial. Según datos de OMT, a fin de año los arribos internacionales habrán descendido entre un 60% y un 80% (hasta 1.100 millones de llegadas menos), los países perderán cientos de miles de millones de dólares en exportaciones por turismo y de 100 millones a 120 millones de trabajadores de la actividad (el 40% del total) se quedarían sin sustento.

Solo en el sector de la aviación, en Latinoamérica y el Caribe están en juego 4,1 millones de empleos, según Peter Cerdá, de IATA.

De acuerdo a datos de WTTC, al 22 de junio, en el mundo 513 empresas de la restauración, 297 empresas del transporte y 117 empresas de aviación ya se habían declarado en quiebra. Y los números siguen creciendo, siendo los operadores turísticos los más afectados entre los afectados: 5 de cada 10 prevén una disminución de los ingresos de al menos el 50% en comparación con 2019, y un 10% espera una caída del 90% o más.

Un drama inédito para la actividad (durante la crisis económica de 2009 los arribos cayeron solo un 4%), que obliga a repensar la sostenibilidad a largo plazo de la industria en cuanto a oferta, demanda y contribución a la economía y a la sociedad. Pero esta vez en serio.

“El traje es fantástico.”

Son muchos y cada vez más los actores turísticos que claman por una real coordinación entre los países para evitar profundizar la que ya es la peor crisis de la historia para la actividad.

Las fronteras se abren y se cierran a placé y en siete meses de crisis no hay aún un liderazgo global capaz de definir protocolos de viaje y de sanitización estandarizados.

¿Qué ocurre con el liderazgo propio del sector? A veces las entidades globales advierten que el rey está desnudo y en otras ocasiones alaban con añoranza su traje de antaño.

“Este acuerdo de celebración conjunta ejemplifica el espíritu de solidaridad internacional que recorre el turismo y que OMT ha reconocido como esencial para la recuperación”, planteó el secretario general de OMT, Zurab Pololikashvili, en ocasión de la celebración del Día del Turismo el 27 de septiembre pasado, cuando cinco países del Mercosur (Argentina, Brasil, Chile –asociado–, Paraguay y Uruguay) actuaron como anfitriones conjuntos de la jornada.

Una coordinación festiva que no se refleja en la estratégica definición de reglas e incentivos para que ese espacio común aprenda a vivir con lo suyo hasta que algún día vuelvan los pasajeros de larga distancia. De hecho, en ese bloque de cinco países vecinos conviven uno que mantiene los vuelos suspendidos (Argentina), otro que levantó las restricciones hace dos meses y obliga el ingreso con seguro médico (Brasil), uno que entre sus condiciones pide el ingreso con un PCR negativo (Paraguay) y otro que impone una cuarentena de 14 días. El mismo José Luis Uriarte, subsecretario de Turismo de Chile, reconoció que se va a salir adelante en la medida que en la región se asuman los desafíos como equipo, trabajando en la homologación de protocolos y buenas prácticas.

Pero no es un problema propio de la región, hay un vacío global de coordinación y discursos coherentes. Semanas antes de hablar del “espíritu de solidaridad internacional”, el propio Pololikashvili había señalado la reimposición de resoluciones restrictivas en algunos países europeos como “anuncios y medidas que parecen alejarse cada vez más de esa coordinación internacional que OMT lleva pidiendo desde que eclosionó la pandemia”.

Una prioridad que se hunde.

Antes de la pandemia, la declamación del turismo como sector prioritario para cada vez más países era una palmada bienvenida por el sector, aunque en la práctica el negocio crecía silvestre y sin tutores oficiales determinantes. Después del Covid-19, la declamación del turismo como sector prioritario para la recuperación viene acompañada con considerables paquetes de ayuda por parte de muchos gobiernos. Pero con la tierra arrasada la industria de los viajes necesita mucho más que un tutor, necesita un abono contundente para volver a geminar.

Hay varios y algunos creativos planes oficiales para que las empresas del sector puedan cruzar el río de la pandemia, también en América Latina. Sin embargo, muchos de los salvavidas no sirven en este momento ni para esta industria, donde todos los días se hunden nuevas empresas.

Lo más complicado es el efecto dominó que se puede desatar con cada caída. Por ejemplo, días atrás en Argentina se anunció el cierre definitivo de la operadora Solways, sumándole un dolor de cabeza más a 50 agencias que se desayunaron con que los hoteles y servicios receptivos contratados a través de la mayorista estaban impagos. “Este caso se suma a una importante lista de pequeñas y medianas agencias que silenciosamente ya están recorriendo el mismo camino de finalizar sus actividades”, advirtieron desde el Foro Argentino de Consultores de Viajes (Facve), en una declaración que grafica el hiato entre los anuncios de medidas de auxilio y su bajada a terreno: “La situación de crisis se profundiza cada día, seis meses de inactividad y cierre de actividades turísticas, ponen a las agencias y a todos los actores del sector en riesgo de supervivencia. Instamos a las autoridades a dar auxilio a una industria que aporta al país y lo mantiene conectado con el mundo”.

Gracias, pero no alcanza.

En nuestra región los líderes de las cámaras empresarias del sector coinciden en resaltar la vocación de los gobiernos para recibirlos y escuchar las demandas, pero desnudan que eso no se está traduciendo en ayudas efectivas. “Se han tomado medidas extraordinarias, pero la implementación es muy lenta”, dijo Carlos Canales de Canatur (Perú). Del mismo modo, Holbach Muñetón, titular de la Federación ecuatoriana de empresas de turismo, reclamó: “Nos han atendido, nos han oído, pero no hemos tenido respuestas. No sentimos que los gobiernos vean lo fuerte que somos para la actividad económica”.

En otro sentido, pero con el mismo resultado, Mauro Magnani, vicepresidente de Fedetur Chile, valoró las condiciones de los créditos lanzados por el Gobierno, pero cuestionó la mala acogida por parte de la banca privada: “Nos consideran una industria de riesgo y, por ende, se nos dificulta el acceso”.

Para graficar el efecto aspirina de las ayudas, Peter Cerdá, vicepresidente de IATA para las Américas, planteó un escenario contundente en Latinoamérica, donde –dijo– tres factores explican la vulnerabilidad de la región. Primero, que en la prepandemia la zona ya venía arrastrando problemas (“El Covid-19 fue la cereza del pastel en un conjunto de dificultades propias de la zona”). Segundo, las aerolíneas se vieron muy perjudicadas por la extensión de los cierres de fronteras. Y, por último, la falta de planes de auxilio para las compañías aerocomerciales se vuelve asfixiante. “La ayuda recibida en la región solo cubre el 1% de los ingresos operativos de una aerolínea en 2019”, graficó el ejecutivo de IATA, que lo comparó con las cifras para el mismo indicador en otras áreas: 25% en Norteamérica, 15% en Europa y 10% en Asia.

Ver opinión de Peter Cerdá (IATA) sobre Latinoamérica

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Hay dos agravantes en el horizonte. Por un lado, los planes de rescate para la supervivencia tienen una fecha de vencimiento próxima. Por el otro, la industria va a necesitar muletas mucho más tiempo del esperado.

La lotería de la recuperación

El cambio de tendencia llegaría recién el próximo año, basado en la hipótesis de un levantamiento gradual y lineal de las restricciones de viaje, la disponibilidad de una vacuna o tratamiento y una recuperación en la confianza por parte de los viajeros. No obstante, el regreso a los niveles de 2019 en términos de llegadas de turistas llevaría entre dos y cuatro años.

Pero no solo se trata de cuándo volverá la demanda. La oferta de servicios también resurgirá muy malherida, tras la enorme destrucción de valor en ciernes. Por ejemplo, a la consulta de este medio sobre la capacidad de asientos con la que operarán las aerolíneas en la región una vez que vuelvan los vuelos internacionales, Cerdá respondió: “Todo será muy paulatino. En los mercados que han ido abriendo hasta ahora, las líneas aéreas están operando al principio con menos del 10% de los vuelos que manejaban antes de la pandemia”.

Por eso muchos advierten que avanzar mirando el espejo retrovisor es un mal consejo. No habrá una vuelta atrás, sino que el turismo saldrá transformado. El reto será descubrir certezas en el camino para adaptarse a un mundo incierto.

“No existe un solo futuro y cada uno debe prepararse para ellos”, sostuvo Ian Yeoman, de la Universidad Victoria Wellington, en una reciente conferencia para los CVBs de Latinoamérica. Pensando el turismo hacia 2040, el investigador dijo que de todos los escenarios posibles el impacto demográfico (sociedades envejecidas) y el desafío ambiental –más un mundo fragmentado y frágil a las pandemias– son las principales amenazas a las cuales habrá que adaptarse.

O sea, tal vez la gimnasia reflexiva obligada por la pausa del Covid-19 sea en última instancia una oportunidad para repensar hacia dónde va el turismo y cómo adaptarse al contexto.

¿Qué turismo?

Los diagnósticos más simplistas plantean una recuperación en etapas: primero se levanta el turismo nacional, después el regional y, por último, el internacional. Y no hay mucho más. Solo esperar y aguantar el trance hasta que la realidad nos devuelva la imagen del espejo retrovisor.

Sin embargo, son cada vez más los analistas que insisten en que, con o sin vacuna mediante, el modelo del negocio turístico sufrirá cambios estructurales y no hay vuelta atrás.

Muchas de esas voces se amplificaron con motivo del Día del Turismo, cuyo lema “Turismo y Desarrollo Rural” intenta conducir la transformación hacia la inclusión de las comunidades rurales, los pueblos indígenas y otras muchas poblaciones históricamente marginadas. Para OMT, “el turismo es una cuerda de salvamento que ofrece a los jóvenes la oportunidad de ganarse la vida sin tener que emigrar, ni dentro ni fuera de sus países. Ha sido un vehículo de integración, empoderamiento y generación de ingreso”.

Ver mensaje de OMT por el Día del Turismo
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Una oportunidad que todavía tiene mucho camino por recorrer para hacerse efectiva, si consideramos que hoy cerca del 60% de la población mundial vive en zonas urbanas, pero el 80% de quienes se encuentran en una situación de “pobreza extrema” viven en áreas rurales.

Es más, un informe de principio de la década pasada del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) advertía que de cada US$ 100 gastados en vacaciones por un turista de un país desarrollado, solo alrededor de US$ 5 se quedaban en un destino en desarrollo. El Pnuma planteaba que la fuga de recursos era de hasta un 40% en India, un 70% en Tailandia y el 80% en los países del Caribe debido a factores como la extranjerización de la propiedad de los prestadores de productos y servicios.

De todos modos, nuevos estudios plantean que –más allá de lo sanitario– para atraer turistas hay que pensar un turismo sustentable y con criterios más amigables con las comunidades. Sin ir más lejos, un reciente informe de WTTC recoge que el 73% de los consumidores afirman que las políticas de sustentabilidad de las empresas influirán en la elección de las marcas de los productos y servicios. Es más, en los 12 puntos urgentes para salvar al sector, el Consejo pide a los gobiernos “reforzar las prácticas de sostenibilidad, trabajando en asociación con las comunidades locales y acelerando las agendas sostenibles cuando sea posible”.

El nuevo traje del turismo

Aunque no se pongan de acuerdo en materia de protocolos y requisitos de viajes, tanto líderes públicos como privados alaban hoy la belleza de un nuevo traje que cambie el look del sector; uno que lo aleje de la imagen del turismo de masas y lo muestre más responsable y comprometido con el desarrollo de las comunidades locales.

Una mirada que, si mantiene la superficialidad que llevó a la turismofobia prepandemia, puede terminar siendo otro traje invisible, alabado sólo para no ir contra la corriente.

En lo inmediato, porque los números de 2020 de la actividad no son para nada seductores para enfatizar la idea del turismo como generador de recursos para las comunidades. Tampoco, por ejemplo, el espacio rural hoy está preparado en cuanto a infraestructura (mucho menos sanitariamente) para recibir masas ingentes de turistas que quieran redescubrir los beneficios de la naturaleza. La propia OMT –que viene batiendo el parche con la idea– cree que es necesaria una buena gestión para multiplicar el beneficio a las comunidades rurales: “La creación de nuevas oportunidades de empleo y el impulso a las actividades económicas en las zonas rurales exigen inversiones, la conectividad adecuada, el apoyo a la promoción y preservación del patrimonio natural y cultural, el fomento de la transformación digital, el fortalecimiento de las capacidades, el desarrollo de productos apropiados y una sólida cooperación de los sectores público y privado”.

Leer documento sobre desarrollo de turismo y ruralidad

De hecho, tampoco el ecosistema empresarial tiene su matriz adaptada para que ese nuevo turismo sea negocio.

Sin embargo, no se trata de tapar el bosque de los efectos del turismo y su capacidad de impulsar la generación de divisas y trabajo si los Gobiernos apuestan a la actividad, pero hay que ir más allá de los discursos y dar la alerta a tiempo si ven que el rey está desnudo.

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¿Están los destinos listos para recibir masas ingentes de turistas que quieran redescubrir los beneficios de la naturaleza?

¿Están los destinos listos para recibir masas ingentes de turistas que quieran redescubrir los beneficios de la naturaleza?

10 países, 10 medidas originales

  1. Alemania: ofreció préstamos ilimitados y sin interés a las empresas afectadas.
  2. Argentina: lanzó el programa “Previaje”, que brinda un crédito por el 50% del total de los gastos realizados a quienes adquieran sus vacaciones para 2021 antes del final de 2020. El crédito se puede utilizar tanto en ese viaje como en otras compras durante 2021.
  3. Colombia: eliminó el IVA sobre las ventas de todos los servicios de hotelería y turismo en el país hasta el 31 de diciembre.
  4. Francia: implementó uno de los más generosos planes de licencia, por el cual el Estado paga el 70% de los salarios de los empleados del sector.
  5. Hong Kong: se asignaron US$ 90,2 millones adicionales a la Junta de Turismo para impulsar la promoción externa.
  6. Noruega: redujo la tasa de IVA a los viajeros en todo el sector del 12% al 8%.
  7. Nueva Zelanda: los agentes de viajes reciben ayuda financiera del Gobierno para reembolsar un valor estimado de US$ 690 millones en viajes al extranjero cancelados.
  8. Islandia: ofrece vales de viaje y creó una campaña de promoción nacional.
  9. Italia: las familias con bajos ingresos reciben un “bono de vacaciones” de hasta € 500 para gastar en hotelería en el país.
  10. Reino Unido: redujo su IVA del 20% al 5% para la hotelería y creó un plan de subvenciones de £ 25.000 para empresas del sector que ocupan inmuebles de alquiler.

La crisis en números

  • 80% caerían los arribos internacionales en 2020 en el peor escenario (hasta 1.100 millones de llegadas menos), 60% en el mejor de los casos.
  • 120 millones de puestos de trabajo directos en turismo están en riesgo.
  • 513 empresas del sector de la restauración, 297 empresas del transporte y 117 empresas de aviación se habían declarado en bancarrota a inicios de julio.
  • 50% es la caída de ingresos con la que creen la mitad de los operadores turísticos que cerrarán 2020 (un 10% espera una caída del 90% o más).

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