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Laberinto de islas

En su incesante avance sobre el Río de la Plata, el Delta del Paraná nos regala gratas sensaciones.
 "...hermosas islas, muy frescas y frondosas, pobladas por mil rosas y flores. De caza y bastimentos abundantes"... Así describe a las islas del delta el cronista y conquistador español, Martín del Barco Centenera, hace ya cuatrocientos años, cuando los guaraníes (1) y el jaguareté (2), ocupaban esta región, que apenas sobrepasaba la actual ciudad de Zárate.

En una calurosa tarde del último verano, paseando en canoa por uno de los tantos riachos, imaginé redescubrir alguna de esas lejanas historias isleñas, crujidos en la canoa al cortar con la proa la suave corriente de agua, el aroma de azahares escondidos y un batallón de mosquitos, que parecían vampiros de cacería, fue lo único que apareció en el lugar, hasta que un ronroneo distante, que no era de un jaguareté, apareció en escena.
Era una barcaza maderera, con la línea de flotación al nivel del agua por el peso de los troncos. Indiferente y casi provocativa, sobrepasó nuestra posición desplazando un oleaje que meció la canoa y los juncales ribereños en un rítmico sube y baja para, finalmente, goplear la costa donde juntan sus sauces, paraísos y algunos ceibos.
El Delta del Paraná, que comienza a la altura de la ciudad entrerriana de Diamante y termina 300 km. abajo, en el estuario del Río de la Plata, es un laberinto compuesto por una compleja red de humedades de características únicas, cuya fisonomía cambia a cada momento para nuestro deleite.

(1) Antiguas tribus tupi-guaraníes provenientes de la región paraguaya, que habitaron el litoral argentino. Un grupo de ellos, los "guaraníes de las islas", ocuparon el Delta del Paraná.

(2) El jaguareté es el felino más grande de América y debe su nombre a la lengua guaraní.

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