El desierto de Atacama es en sí mismo un gran espectáculo. De tanto en tanto, sus arenas ofrecen una maravillosa muestra del poder de la naturaleza, cuando las semillas plantadas por siglos en sus áridas tierras germinan, dando vida a millares de flores.
Por otra parte, la zona es un centro cultural y turístico en el que se pueden conocer desde antiguas momias hasta uno de los lagos más altos del mundo y, por supuesto, disfrutar de la gastronomía de sus pueblos originarios.
La zona comprende desde la Región de Arica-Parinacota hasta Copiapó. Su clima se caracteriza por las altas temperaturas durante el día y el drástico descenso por la noche. Su terreno árido, arenoso y rodeado de montañas, se asemeja al de la superficie lunar, formando un valle donde el único sobreviviente es el árbol del Tamarugal.
Vestigios de la historia.
Uno de los principales minerales no metálicos extraídos en el país es el salitre. Su función de abono fue requerida en todo el mundo en el siglo XIX por sus poderosas cualidades para la agroindustria. Con la aparición de su similar sintético, a fines de la Primera Guerra Mundial, sus oficinas fueron cerrándose una a una, lo que provocó la emigración de las salitreras, dando lugar a la aparición de verdaderos pueblos fantasmas.
Hoy, todos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pueden ser visitados. Los tours usuales trasladan a los turistas a las casas de los trabajadores, plazas, iglesias y pulperías, que eran los centros de abastecimiento y cuya única moneda eran las fichas creadas por el dueño de la salitrera.
Maravillas de la naturaleza.
En el interior de Calama se encuentra San Pedro de Atacama, uno de los principales centros turísticos del país. Reconocida a nivel mundial, la pequeña villa se caracteriza por el estilo español, tanto en sus construcciones de adobe como en su distribución.
En el poblado se puede conocer el Museo de San Pedro de Atacama, creado por el sacerdote belga Gustavo Le Paige, cuya muestra reúne momias, calaveras y vasijas, entre otros exponentes.
Otros imperdibles son la iglesia, el mercado, el cementerio y una antigua fortaleza inca, llamada Pucará de Quitor.
San Pedro cuenta con una gran vida nocturna; sus pubs son atendidos por los lugareños en una más que grata atmósfera de amistad. También reúne restaurantes caracterizados por sus platos de autor, a los que se suman elementos de la cocina gourmet y sabores autóctonos.
En cuanto a la oferta hotelera, es variada: existen establecimientos como el Explora, donde la vanguardia y el lujo se mezclan con el imponente paisaje; o el hotel Casa de Don Tomás, construido según la arquitectura típica atacameña. Otros destacados son el Kimal, el Altiplánico y La Aldea.
Efecto del viento.
La cordillera de la Sal, a 70 km. de Calama, es uno de los lugares más maravillosos de la zona. Allí el viento esculpió en sus laderas sinuosas formas, y -debido a la falta de agua- la zona es una de las más inhóspitas del planeta.
Uno de los sitios favoritos de los turistas es el valle de la Luna, denominado así por su similitud con la superficie lunar. Es, además, un gran coliseo natural que por las noches permite ver las estrellas en toda su inmensidad. Está ubicado en la cordillera de la Sal y desde 1982 ha sido reconocido como Santuario de la Naturaleza.
Imperdibles son también los géiseres del Tatio, el valle de la Muerte, las ruinas de Tulor y las termas de Puritana, a 30 km. de San Pedro, las que se presentan en forma de tazones con vertientes de aguas naturales que superan los 30ºC. Éstas se encuentran inmersas en medio del desierto y rodeadas por montañas, lo que les otorga un ambiente de relax único.
Por otra parte, la zona es un centro cultural y turístico en el que se pueden conocer desde antiguas momias hasta uno de los lagos más altos del mundo y, por supuesto, disfrutar de la gastronomía de sus pueblos originarios.
La zona comprende desde la Región de Arica-Parinacota hasta Copiapó. Su clima se caracteriza por las altas temperaturas durante el día y el drástico descenso por la noche. Su terreno árido, arenoso y rodeado de montañas, se asemeja al de la superficie lunar, formando un valle donde el único sobreviviente es el árbol del Tamarugal.
Vestigios de la historia.
Uno de los principales minerales no metálicos extraídos en el país es el salitre. Su función de abono fue requerida en todo el mundo en el siglo XIX por sus poderosas cualidades para la agroindustria. Con la aparición de su similar sintético, a fines de la Primera Guerra Mundial, sus oficinas fueron cerrándose una a una, lo que provocó la emigración de las salitreras, dando lugar a la aparición de verdaderos pueblos fantasmas.
Hoy, todos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pueden ser visitados. Los tours usuales trasladan a los turistas a las casas de los trabajadores, plazas, iglesias y pulperías, que eran los centros de abastecimiento y cuya única moneda eran las fichas creadas por el dueño de la salitrera.
Maravillas de la naturaleza.
En el interior de Calama se encuentra San Pedro de Atacama, uno de los principales centros turísticos del país. Reconocida a nivel mundial, la pequeña villa se caracteriza por el estilo español, tanto en sus construcciones de adobe como en su distribución.
En el poblado se puede conocer el Museo de San Pedro de Atacama, creado por el sacerdote belga Gustavo Le Paige, cuya muestra reúne momias, calaveras y vasijas, entre otros exponentes.
Otros imperdibles son la iglesia, el mercado, el cementerio y una antigua fortaleza inca, llamada Pucará de Quitor.
San Pedro cuenta con una gran vida nocturna; sus pubs son atendidos por los lugareños en una más que grata atmósfera de amistad. También reúne restaurantes caracterizados por sus platos de autor, a los que se suman elementos de la cocina gourmet y sabores autóctonos.
En cuanto a la oferta hotelera, es variada: existen establecimientos como el Explora, donde la vanguardia y el lujo se mezclan con el imponente paisaje; o el hotel Casa de Don Tomás, construido según la arquitectura típica atacameña. Otros destacados son el Kimal, el Altiplánico y La Aldea.
Efecto del viento.
La cordillera de la Sal, a 70 km. de Calama, es uno de los lugares más maravillosos de la zona. Allí el viento esculpió en sus laderas sinuosas formas, y -debido a la falta de agua- la zona es una de las más inhóspitas del planeta.
Uno de los sitios favoritos de los turistas es el valle de la Luna, denominado así por su similitud con la superficie lunar. Es, además, un gran coliseo natural que por las noches permite ver las estrellas en toda su inmensidad. Está ubicado en la cordillera de la Sal y desde 1982 ha sido reconocido como Santuario de la Naturaleza.
Imperdibles son también los géiseres del Tatio, el valle de la Muerte, las ruinas de Tulor y las termas de Puritana, a 30 km. de San Pedro, las que se presentan en forma de tazones con vertientes de aguas naturales que superan los 30ºC. Éstas se encuentran inmersas en medio del desierto y rodeadas por montañas, lo que les otorga un ambiente de relax único.