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Cultura

Un viaje al corazón mexicano

Situado a medio camino entre Ciudad de México y Acapulco, Taxco de Alarcón se revela como una fuente inagotable de historia colonial, tradición católica y artesanía en plata. El antiguo pueblo minero quiere revelar los secretos escondidos en sus empinadas callejuelas empedradas a lo largo de 488 años de historia. 

México cautiva a los viajeros locales con una excepcional gama de destinos turísticos y singulares atractivos. Desde la abrumadora belleza del Caribe que puede apreciarse en los muy internacionales Cancún y Riviera Maya, hasta la autenticidad mexicana que pervive intacta en destinos como San Miguel Allende, Puebla, Guanajuato y Puerto Vallarta, en el Pacífico; un litoral que también contempla el clásico Acapulco, el sorprendente Zihuatanejo y el muy exclusivo Los Cabos, en Baja California. Por encima de todos estos se erige, por supuesto, la gran metrópoli latinoamericana: Ciudad de México, una urbe que parece no agotar su oferta histórica, cultural, artística y gastronómica. Sin duda, un inventario amplio y prometedor para los viajeros, pero al que vale la pena sumar un pequeño punto en el mapa situado a medio camino entre la capital y Acapulco. Se trata de Taxco, que a primera vista luce como amalgama de casas blancas atiborradas graciosamente sobre un tímido cerro y en donde destacan con altivez algunas cúpulas centenarias, como una postal detenida en el tiempo.

Fundado en 1.529 como un campamento minero (toda la zona es un enorme depósito de plata que aún no se agota), Taxco de Alarcón (denominado así en honor al dramaturgo taxqueño Juan Luis de Alarcón), es una de las poblaciones con más valor histórico en la república mexicana; de ahí precisamente su denominación como Pueblo Mágico, una iniciativa del gobierno federal por reivindicar e impulsar el turismo en municipios que aún conservan en su arquitectura y costumbres toda la autenticidad de la cultura local. No en vano Taxco (de “Tlachco”, palabra de la lengua náhuatl que significa “lugar donde se juega a la pelota”) fue el primer pueblo de esta red, lo que le ha merecido un gran impulso como destino, con cuantiosas inversiones que lo mantienen a la altura de las expectativas de los visitantes nacionales y extranjeros.

LOS IMPRESCINDIBLES.

Taxco no es, de hecho, un lugar del todo desconocido para los turistas. La histórica pero activa población suele estar incluida en los circuitos turísticos que visitan Ciudad de México y se encaminan por la Autopista del Sol rumbo a Acapulco, en donde aprovechan para visitarlo junto a la también histórica Cuernavaca.

Los viajeros tienen así la oportunidad de caminar por el pequeño y apacible zócalo (plaza central) junto al cual se erige la ostentosa Parroquia Santa Prisca y San Sebastián, una de las más importantes de México y exponente más representativa del barroco hispánico en el país.

Conocida a secas como “la parroquia” por parte de los taxqueños, Santa Prisca no es la iglesia más antigua de Taxco (la primera misa se ofició en 1759 mientras que otros siete templos de ese enclave datan de los siglos XVI y XVII) pero sí es el corazón del pueblo y su atractivo más emblemático. La iglesia fue construida gracias al dinero donado por el rico minero de plata José de la Borda. Tiene en su interior, además de enrevesadas naves atestadas de arabescos, querubines y santos, cerca de 20 oleos pintados por el ex comulgado artista Miguel Cabrera, que basó sus creaciones en los evangelios apócrifos. Es así como en Santa Prisca los turistas pueden apreciar pinturas tan singulares como la Virgen María embarazada y la circuncisión de Jesús, además de una estatua en tamaño natural de la Virgen de Guadalupe hecha en plata, el metal que ha mantenido vivo a este pueblo a lo largo de 488 años de historia.

Como puede suponerse por sus abundantes iglesias, Taxco atesora una fuerte tradición católica que alcanza su máxima y más dramática expresión durante la Semana Santa.

Las artesanías también están a la orden del día en diversos puestos callejeros: si bien en Taxco ya no se practica la minería (el mineral se trae de otras poblaciones), la mayoría de sus habitantes están dedicados, por herencia cultural y familiar, a las creaciones en plata, una labor en la que son insuperables. De hecho, comprar un artículo en plata elaborado por un artesano taxqueño es una actividad casi obligatoria para un turista que llegue al destino.

Mientras que el valor histórico del pueblo puede ampliarse con la visita a dos museos imperdibles: La Casa de Lágrimas y el Museo de Arte Virreinal, lugares atestados de reliquias inimaginables que deslumbraran a los amantes de la historia. Se recomienda también conocer la mina prehispánica, un nuevo atractivo descubierto años atrás en los sótanos de una posada y que fue identificado como un espacio construido por los nativos chontales hacia el año 1300, que permaneció oculta durante siglos. Hoy en día es posible descender 58 m. (hay 130 m. más de profundidad aun inexplorados) para entender cuan antigua es la tradición platera en Taxco.

A las afuera de Taxco, a media hora de camino, es imperdible visitar las Grutas de Cacahuamilpa, un increíble atractivo natural que parece llevar a los viajeros por los caminos que recorrió Julio Verne hace dos siglos en su célebre Viaje al Centro de la Tierra. Pero esa es otra historia.

HOTELES DE CALIDAD.

Con cerca de 40 hoteles dispersos en sus calles empinadas que harán transpirar a más de un sedentario, Taxco busca incrementar su turismo nacional e internacional para compensar el bajonazo del mercado de los mayoristas de plata, que ahora cotizan y compran por Internet en vez de hacer negocios cara a cara con los cientos de artesanos taxqueños.

La oferta hotelera es de calidad, destacándose en particular alojamientos exclusivos como Cantera y Plata, Pueblo Lindo, Monte Taxco y Casa Escondida.

También cabe mencionar la propuesta gastronómica local, con platos imperdibles, como pozole, el picoso mole poblano, quesadillas, chilaquiles o tamales, que se sirven tanto en algún restaurante típico como en los puestos callejeros.

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