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Sudamérica

Ecuador, los colores de la naturaleza

Bajo el eslogan "La vida en estado puro", este país es un verdadero ejemplo de turismo sostenible en América Latina, con numerosas reservas naturales y ciudades distinguidas por la Unesco.
Bajar y subir la llamada calle de las Siete Cruces, plena de frentes coloniales e iglesias y monasterios -de ahí su denominación- y contemplar a lo lejos y en lo alto de la loma del Panecillo la imagen de la Virgen de Quito, bien puede ser la mejor puerta de entrada para iniciar la travesía por este país en el que mar, islas, montaña y selva se conjugan bellamente para conformar una fisonomía única.
La senda en cuestión -cuyo nombre real es García Moreno, y que recorre el Centro Histórico de la ciudad desde la mencionada elevación hasta la loma de San Juan- es sólo uno de los múltiples atractivos de la capital ecuatoriana. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1978, convirtiéndose así en la primera urbe en el mundo en recibir tal categorización, Quito fascina a los visitantes con su riqueza arquitectónica y sus cúpulas, patios, balcones, monumentos y residencias de estilo andaluz.
El Casco Antiguo está conformado, entre otros edificios, por 40 iglesias y capillas, 16 conventos y monasterios, 17 plazas, 12 salas capitulares y 12 museos. Además, la parte moderna de la metrópoli es una muestra fiel del desarrollo y el progreso, que complementa a la perfección al sector antiguo y colonial.
Pero, además, a 15 km. se encuentra la Línea Ecuatorial, que divide a la Tierra en los hemisferios Norte y Sur, sitio donde los turistas dedican varias sesiones fotográficas a pararse justo en la mitad del mundo.
Otra magnífica panorámica se obtiene desde el Guagua Pichincha, volcán de 4.787 m. al que se puede ascender en teleférico.
Asimismo, no puede obviarse la visita al famoso Mercado de Otavalo, situado a dos horas de Quito. Allí, en la Plaza Poncho, encandilan los brillantes colores de las artesanías, tejidos, sombreros, alfombras, bordados, hamacas y tapices.

Paraíso de vida silvestre.

Quizás esos fulgurantes colores no sean otra cosa que la extensión de las increíbles tonalidades de las flores de la zona amazónica del territorio y de los pájaros que habitan sus islas y selva.
Hay que tener en cuenta que Ecuador está considerado uno de los 17 países con mayor biodiversidad del planeta, lo que hace que su flora y fauna sea de una riqueza asombrosa.
En ese contexto, las Islas Galápagos son uno de los destinos más frecuentados por turistas extranjeros. Situadas a casi 1.000 km. del litoral -y con dos aeropuertos que las conectan con Quito y Guayaquil-, este deslumbrante parque nacional está formado por 13 islas principales y decenas de islotes e islas menores. Su paisaje de playas de arenas blancas y bosques de cactos se completa con una variada fauna de especies que no existen en ningún otro lugar del planeta. Contemplar aves como los piqueros de patas rojas y azules, entremezclados con flamencos, albatros, lobos marinos, iguanas y pingüinos, es un espectáculo imperdible.
Y, como si no alcanzara con ello, este privilegiado rincón fue desde siempre el sitio elegido por las longevas tortugas gigantes llamadas Galápagos, que alcanzan un promedio de vida de 150 años. Según ha trascendido en los libros de historia, el nombre les fue otorgado por los primeros españoles que llegaron hasta estas latitudes, quienes comparaban a estos animales con las monturas -término que en español antiguo se decía "galápago"- de sus caballos.
Para recorrer las islas es aconsejable optar por un crucero de tres o cuatro noches, que se realiza en embarcaciones con una capacidad no superior a las 90 personas y servicios de primer nivel. Esta alternativa permite desembarcar en las islas por la mañana o por la tarde, y disfrutar de una placentera navegación el resto del día. Las actividades ineludibles son las caminatas y, por supuesto, el buceo.
Asimismo, en la localidad capital del archipiélago, Puerto Baquerizo Moreno, situado en la isla San Cristóbal, hay numerosos atractivos como el cerro Tijeretas y la laguna El Junco, mientras que en la isla Santa Cruz funciona la Estación Científica Charles Darwin, encargada de llevar adelante proyectos de preservación.

Bellezas de todo tipo.
El barrio Las Peñas, de Guayaquil, es otra muestra fiel de la belleza de las ciudades ecuatorianas. Sus laberínticas callecitas con escalinatas, bordeadas por casas multicolores, son un sueño. Esta urbe ubicada en la provincia de Guayas, una de las seis que conforman la región costera sobre el océano Pacífico, alberga al principal puerto de Ecuador.   
Para recorrerla, nada mejor que iniciar el itinerario en el cerro Santa Ana, localizado en pleno centro, y concluirlo en el faro de la cima. Posteriormente es ideal conocer los monumentos a Simón Bolívar y San Martín, la antigua Torre del Reloj, y el nuevo Malecón 2000, gigante reducto que alberga galerías, almacenes, museos y restaurantes.
Pero claro, la zona costera -que se completa con las provincias de Manabí, Esmeraldas, Los Ríos y El Oro- se caracteriza por sus playas y enormes espacios naturales. Como ejemplo, vale mencionar a la bahía de Caráquez, pintoresco enclave con amplias extensiones de arena, frescos bosques tropicales e interesantes sitios arqueológicos. O Puerto López, donde es posible avistar a las ballenas jorobadas, que todos los años -entre junio y octubre- llegan desde la Antártida para aparearse.
Volviendo al aspecto urbano, la ciudad de Cuenca es tan o más bella que Quito. Ubicada en el valle de Guapondélig, en la región andina del país, y también declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, fascina con su arquitectura antigua, templos y montañas de sus alrededores.
Del mismo modo sorprenden las estribaciones y los volcanes característicos de la zona, algunos de más de 5.000 m. y cubiertos de nieve, como el Chimborazo, el Cayambe y el Cotopaxi. Este último, uno de los volcanes activos más altos del mundo. Alrededor se encuentra el parque nacional del mismo nombre, un auténtico paraíso ecológico de 36 mil hectáreas.

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