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Sudamérica

Relax a la vera del mar

Un paseo por los destinos turísticos consolidados, como Manta, pero también haciendo foco en sitios más tranquilos. Todo esto es la Ruta Spondylus, bautizada en alusión al molusco bivalvo utilizado como ofrenda para los dioses en la época precolombina. La puerta de entrada a este sendero es Guayaquil. 

No se vislumbran buses turísticos, ni grandes resorts ni siquiera mochileros erráticos buscando su destino. La costa ecuatoriana es quizás el área de menor desarrollo turístico. La denominada Ruta del Sol, hoy rebautizada como Spondylus en alusión al molusco bivalvo utilizado como ofrenda para los dioses en la época precolombina, une pequeños poblados que nacieron y crecieron casi sin darse cuenta de la existencia cercana del mar.

Claro que hay excepciones: Guayaquil es de hecho el principal puerto del país y la ciudad más importante. Pero ese crecimiento generó como contrapartida el efecto nocivo de la inseguridad y el descuido. Hace un par de años, sin embargo, la cosa cambió y hoy la ciudad luce diferente. Así, se levantaron un malecón para pasear de día y de noche, túneles que conectan el norte y el sur de la urbe agilizando el tránsito, un renovado aeropuerto y una terminal de buses.

El otro sitio que sale de la regla es Manta, destino de playa con todo lo que el turista espera encontrar: restaurantes sobre la costa, vendedores ambulantes, hoteles, tiendas de souvenirs, etc. Pero para los que buscan algo más de tranquilidad habrá que seguir viaje hacia el próximo destino. Dicen que las playas de la provincia de Manabí satisfacen el deseo de relax y buenos paisajes.

Tras unas horas constatamos esa máxima del saber popular. Llegamos a Puerto López, a simple vista un poblado más, pero nuestra última parada es, en verdad, el Mantaraya Lodge, un hotel pintoresco y colorido que regala el atributo de la tranquilidad. Construido en una zona elevada, las habitaciones se proyectan en las alturas hacia bosques tupidos y al mar.

A sólo 15 km. se encuentra el Parque Nacional Machalilla, donde se abre un sendero entre vegetación seca y una geografía árida que desemboca en la bella playa Los Frailes. Aunque las aguas en esta zona del Pacífico son algo frescas, el lugar tiene su encanto para pasar una jornada. Si hay más tiempo aquí pero no lo hubo para conocer Galápagos, entonces les cuento un secreto: la isla de la Plata ofrece algunas especies iguales a las que habitan el archipiélago, con el aditamento que entre junio y septiembre es visitado por las ballenas.

No viajamos en esa fecha, pero como dije antes ya prometí que volvería. Hay muchas cosas que quedaron en el tintero en este país tan pequeño pero tan diverso.

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